En ese momento, Mariana entró en pánico y luchó con todas sus fuerzas.
—¡No voy a abortar! Jaime, déjame tener el bebé. Eres lo suficientemente capaz y no necesitarás depender de mi matrimonio concertado para tener poder. Sólo déjame criar sola al bebé —Mariana se lamentaba y sollozaba.
La expresión de Jaime se endureció, pero al menos dejó de arrastrarla al hospital.
—Sí, no necesito organizarte un matrimonio. ¿Pero has pensado en las consecuencias de tener el bebé? La gente te juzgará, y eso va a ser duro. ¿Estás segura de que puedes soportarlo?
Aunque los Sánchez no eran los más influyentes, habían a Mariana como a una princesa, y ella nunca encontró grandes obstáculos en su vida. Su afirmación de que criaría a un niño como madre soltera era una absoluta broma.
Sin embargo, ella enderezó la espalda y dijo con toda seriedad:
—Yo puedo.
—Tú... —Jaime volvió a ahogarse de rabia—. Puedes quedarte con el niño si quieres. Podemos permitírnoslo. Pero a cambio, tienes que decirme quién es