Antonio se levantó de su asiento.
—Claro. Aún no he podido ver bien la nieve de esta temporada.
—Yo también me apunto —dijo Diego.
Mario vino entonces a sacarle en la silla de ruedas junto con Sofía y Antonio.
No se quedaron en el jardín, sino que pasearon por el barrio.
Se trataba de un lugar de alto nivel, con inmuebles de primera por todas partes, por lo que las instalaciones públicas y el paisajismo se habían diseñado con maestría.
Un quitanieves ya había venido a despejar un camino en la nieve para que la gente pudiera caminar.
—No se ve mucha nieve, ¿verdad? —le preguntó Sofía a Antonio.
A menudo tenía que viajar al extranjero por motivos de trabajo, por lo que era probable que se perdiera muchas temporadas de invierno.
Antonio asintió.
—Hice muchas cosas cuando era joven, pero nunca para detenerme y admirar el paisaje como ahora.
—¿Y tú, Diego? — preguntó Sofía al hombre de la silla de ruedas.
—Tuve suerte. —Diego sonrió—. Siempre nevaba en el extranjero. Incluso teníamos peleas