La relación que había empezado de manera clandestina había florecido en algo significativo, y ya no había vuelta atrás. Al final de la noche, me sentí orgullosa de mí misma por haber tomado la decisión de ir y por no dejar que mi pasado me definiera.
La decisión de dejar atrás las expectativas y el prejuicio de mi familia me llenó de una extraña mezcla de nervios y emoción.
Cuando sentí que ya había sido suficiente, le dije a Roberto que me quería ir. Mientras nos despedíamos de Luisa y su esposo, una sensación de liberación me invadió. Había pasado demasiado tiempo preocupada por lo que pensaban los demás, y esa noche quería ser fiel a mis deseos.
Nos despedimos de mis hijos y les informé que no llegaría a la casa esa noche, para que no se preocuparan.
Roberto y yo salimos del evento, y la brisa nocturna nos recibió con un abrazo cálido. Ya en el vehículo, no podía dejar de sonreír. Él me miró, sus ojos brillando con complicidad, y supe que estábamos en la misma sintonía.
¿A dónde va