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Llegué a Chile a las 7 de la mañana, tomé un taxi con rumbo a mi casa. Cuando llegué, todos mis hijos estaban esperándome.

Los abracé y besé y disfrutamos un rico desayuno juntos. Les conté de Roberto y por la razón que había viajado tan de improviso.

Me duché, me cambié de ropa, me maquillé un poco y me perfumé. Sabía que no era un encuentro romántico el que tendría, el ambiente sería muy distinto, por lo que no tenía ninguna esperanza, pero la mujer que era ahora y que tenía amor propio y algo de vanidad, trabajó para verse lo más presentable posible.

En el camino hacia el hospital hice unas llamadas telefónicas para hablar con colegas involucrados y que trabajan en el hospital, por lo que me estarían esperando.

Cuando llegué al hospital busqué la habitación, golpeé la puerta y abrí.

Allí en la camilla, acostada, dormía una mujer joven, quien supuse era la esposa o pareja de Roberto. Sentada a su lado, había una señora mayor tomándole la mano y llorando. La saludé y el saludo fue co
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