Scott estuvo toda la noche sin apartarse de Alice, con la cabeza tumbada sobre la cama y una mano sobre su vientre. No podía dejar de mirarla, estaba loco por verla con su pancita de embarazada.
Alice hizo un movimiento con la mano que llamó su atención y sintió un nudo en la garganta, y cada uno de sus músculos se tensaron por la ansiedad. No era así como imaginaba ese momento en sus vidas.
–Scott…–Alice susurró, tenía la garganta seca y Scott no tardó en darse cuenta.
Se levantó con prisa y fue a por un vaso con agua. Regresó a su lado, la ayudó a incorporarse y le acercó un vaso.
–¿Cómo te encuentras mi niña? –Scott habló despacio para intentar controlar los nervios y volvió a sentarse cuando Alice le entregó el vaso vacío.
–Siento que todo me da vueltas, y también me siento un poco mareada. –Alice contestó con la voz un poco débil y Scott empezó a acariciar su mano.
–Es normal mi amor, pero Sonia nos ha asegurado de que estás perfectamente bien y luego vendrá para explicarte