POV de Mathilda
Tres días después.
Una luz cegadora atravesó mis párpados, obligándome a abrir los ojos lentamente.
“¡Mathilda!”
De inmediato, una voz tan familiar hizo vibrar mi pecho. Mi madre y mi padre estaban frente a mí, con sonrisas tan radiantes como el sol de primavera. Ambos me abrazaron con fuerza: cálidos, reales, como si el tiempo jamás nos hubiera separado.
Una brisa suave acarició mi rostro. Al darme cuenta, estábamos en medio de una pradera infinita, con flores silvestres danzando bajo la luz del sol.
“Mamá, papá… ¿dónde estamos?” pregunté, medio fascinada, medio confundida.
Ellos soltaron el abrazo, y vi lágrimas rodando por sus mejillas.
“No lloren”, dije con una pequeña sonrisa. “Ha pasado tanto tiempo… ¿cómo pueden llorar justo ahora? ¿Acaso no me extrañaban?”
Mi madre acarició mi mejilla con dulzura. Sus dedos estaban fríos, como el rocío de la mañana. Su rostro parecía más joven—llevaba el vestido de lunares que solía usar, el cabello recogido con cuidado, y esa