Sally, la hija de Alaia, entró corriendo, rompiendo la tensión que había llenado la sala.
—Doctora Grayson, la niñera tuvo una emergencia familiar y trajo a Sally antes de tiempo —explicó la enfermera, lanzando una mirada curiosa a Nolan antes de salir de la habitación.
Alaia respiró profundamente, agradecida por la interrupción.
Se inclinó para levantar a Sally en brazos, su pequeña hija era su recordatorio constante del por qué estaba haciendo todo esto. Besó la frente de Sally y la abrazó con fuerza.
Nolan se enderezó, sintiendo su interés despertando por la aparición de la niña.
—Así que esta es tu hija, Alaia. Es adorable —el tono de Nolan cambió a uno más suave y animado, pero ella no se dejó engañar por su aparente simpatía.
—Gracias, doctor Nolan. Ahora, si me disculpa, tengo que atender a mi hija —dijo con firmeza, indicándole que la conversación había terminado.
—Mami… —la niña se removió un poco y Alaia la dejó en el suelo.
Nolan observó a la pequeña con una sonrisa dibuja