Todo mi cuerpo dolía y necesitaba tomar algo para continuar con lo que me esperaba, me quedé dormida nuevamente pero luego de un rato me desperté para levantarme y mire que el señor Lund ya no se encontraba a mi lado.
Me levanté y fui al cuarto para buscar las inyecciones, entonces el señor Lund salió a mi encuentro con una bandeja que traía comida.
— Buenos días — me dijo — ¿Cómo amaneciste?
— Buenos días, adolorida pero bien.
— Buscaré unos analgésicos para que el dolor desaparezca.
— No es necesario, tengo unas inyecciones en la que es mi habitación temporal así que me inyectare.
— ¿Tú sola? — me dijo casi con los ojos de fuera — si deseas puedo hacerlo.
— No es necesario, yo puedo inyectarme sola.
Entré a mi cuarto sin embargo el señor Lund entró detrás de mí, preparé la inyección e insistió tanto en inyectarme que terminé por acceder.
— ¿Sabe cómo inyectar?— le pregunté.
— Si — me dijo medio confiado.
— ¿Está seguro?
— Si — me dijo de la misma manera.
— A ver, d