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Gabito arrugó su frente.

—No, tú me regalaste unos chocolates —indicó y se acercó a abrazarlo con cariño.

Paula María intentaba recomponerse del susto que se llevó, colocó su mano en su pecho e inhaló profundo. Fijó su mirada en Carlos y se le hizo extraño escucharlo decir que era su abuelo.

Carlos correspondió el abrazo del pequeño, lo estrechó entre sus brazos percibiendo su calidez.

—Hoy también te traje chocolates, mis favoritos —expuso—, y un regalo sorpresa. —Sonrió y lo contempló con su traje de Thor—. Veo que te fascinan los superhéroes.

Angelito abrió sus ojos de par en par al escucharlo.

—Los chocolates me encantan —manifestó—, pero más las sorpresas —susurró en su oído, pero entra para que conozcas mi casa, es muy, muy grande —mencionó—, aquí sí tenemos un jardín y muchas habitaciones y una cocina enorme para que cocinemos mi papá, mi mamá y yo. —Lo tomó de la mano, para caminar con él.

Carlos agarró la pequeña manita del niño, pero se detuvo en el umbral de la puerta.

—A
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