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Aquella vendedora de caricias colocó los labios en su firme pectoral y comenzó a besarlo, sin poder evitarlo, rememoró la noche anterior en el que aquel árabe colocó sus fuertes brazos sobre sus hombros y la obligó a ponerse de rodillas para que retirara su ropa. 

Entonces la joven se arrodilló y desabrochó el cinturón de Gabo, sus dedos se movían temblando intentando desabrochar un botón y correr la cremallera, después de unos segundos batallando retiró todas sus prendas encontrándose con su firme erección.

Inhaló profundo recordando algunos de los consejos de sus compañeras con las que compartía la pequeña habitación, para comenzar a succionar como si disfrutara de una paleta de caramelo, siguiendo aquella sugerencia de una de ellas, mientras que sus manos acariciaban el resto del falo, estando atenta a cualquier reacción de él.

Carlos Gabriel echó su cabeza hacia atrás, disfrutando del placer que Scarlett le estaba brindando, colocó sus manos en la nuca de la chica, y se vio tentado a indicarle el ritmo; sin embargo, la dejó experimentar, y cuando sintió que estaba a punto de estallar se retiró de golpe de ella, la obligó a ponerse de pie y la llevó hasta la cama, él recargó su espalda sobre el lecho, y le pidió a la joven subirse a horcajadas encima de él. 

La chica obedeció acercándose a él. Inhaló profundo antes de que su virilidad la colmara, solo que ella lo hizo despacio al aún no estar acoplada, ya que, su intimidad aún dolía. Se abrazó a su cuello, esperando unos minutos, hasta sentirse familiarizada con él, para luego, mirarlo a los ojos y perderse en aquella mirada color chocolate que tanto amaba. Sonrió con dulzura y se movió con suavidad disfrutando de aquel exquisito placer que desconocía.

Gabo colocó sus manos en las caderas de la joven, mojó sus labios al notar que aún estaba tan apretada como la primera noche, notó cómo se tensó al tenerlo dentro de su cuerpo, por eso la dejó marcar el ritmo, permitiendo que se acoplara a él. La miraba a los ojos, atento a su reacciones, pues únicamente podía ver su mirada, sus labios, ya que aquella máscara no dejaban observar más allá, además que había firmado un contrato en el cual una de las prohibiciones era quitarle el antifaz a las chicas, protegían su identidad. 

Con cada movimiento que sus caderas daban, la chica se extasiaba más y más, sin poder ocultar lo mucho que disfrutaba, al fantasear con que estaban haciendo el amor. Su dedo índice recorrió los labios de él, sin poder evitarlo pasó la lengua por los de ella saboreando aquel dulce sabor que aún llevaba en su boca, a continuación, arqueó su espalda y comenzó a jadear olvidándose de todo, dejándose envolver por todo el amor que sentía, hasta que su cuerpo se contrajo y comenzó a percibir una gran descarga por todo su ser haciéndole emitir un gemido estrepitoso.

Carlos Gabriel ladeó los labios, orgulloso, contempló a la joven con las pupilas dilatadas, entonces giró con ella, y de nuevo la invadió con su virilidad, aumentó el ritmo, y con su respiración agitada llegó a su culmen, recargó su cabeza en el cuello de la chica, y luego de segundos abandonó el cuerpo de la chica, y se quedó a un lado de ella mirando hacia el techo, después volvió a tomar su ropa, se vistió, y antes de irse se dirigió a ella. 

—Volveré —sentenció y se marchó. 

El corazón de la joven se agitó con emoción al escucharlo hablar, le regaló una sonrisa antes de que partiera y suspiró profundo, luego de eso también tomó su ropa y salió de ahí.

*****

Cinco meses después.

Horas antes de abrir aquel cabaret, mientras las chicas se maquillaban y otras se colocaban las pelucas de cabellos largos y colores llamativos, Scarlett sostenía con nerviosismos sus manos, observaba con discreción a un par de compañeras, esperando la señal acordada, para movilizarse.

Dentro de la cocina, la salida de emergencia, se encontraban abiertas de par en par, mientras los proveedores de bebidas alcohólicas se encargaban de llenar el bar con grandes cajas.

En ese instante otra camioneta se estacionó llevando los entremeses que acostumbraban servir para los distinguidos visitantes. Una de las jóvenes se atravesó mientras eran llevados una gran pila de platos, haciendo que el mesero en turno no se pudiera detener, cayendo con la loza, haciendo que se rompieran, aquel estruendo hizo que los hombres que las mantenían vigiladas, enfocaran su atención en lo sucedido, entonces la joven se coló por la cocina, con cuatro chicas más, atravesaron aquella puerta que daba a un callejón y corrieron con gran rapidez sin mirar hacia atrás.

El corazón de Scarlett bombeaba con gran fuerza, la brisa que rozaba sus mejillas olía a libertad, sabía que si lo lograba aún estaba a tiempo de buscar a Gabo y contarle la verdad, que tendrían una oportunidad, además que deseaba volver a casa.

Estaban por finalizar aquellos largos pasos, cuando un vehículo de la policía se atravesó en el camino, una mirada llena de esperanza llegó hasta las pupilas de Scarlett, entonces se acercaron mientras los tres hombres descendían del vehículo.

—Necesitamos ayuda, nos tienen retenidas, en contra de nuestra voluntad —una de las jóvenes refirió, a continuación las carcajadas de aquellos hombres, las hicieron palidecer, entonces el oficial de policía abofeteó a la chica, haciéndola perder el equilibrio.

—Deberían agradecer que tienen techo y comida, ustedes están para atendernos —expresó y tomó a otra mujer, con fuerza por el mentón.

En ese momento  una fuerte detonación las hizo saltar agitadas . Scarlett giró su rostro hacia el cabaret, entonces se dio cuenta de que Gael su verdugo, les apuntó con su arma.

Entonces los oficiales, las tomaron por uno de sus brazos y los flexionaron, por la espalda.

—Ya deberían saber que de aquí nadie se escapa —Gael se acercó a una de las jóvenes y dio un golpe en el abdomen, provocando que la dejara sin aire. —¿Quién fue la que organizó la fuga?

Ninguna de las chicas dijo nada, en ese instante se las llevaron al interior del lugar y las llevaron al sótano, entonces otro de los sujetos bajó con los videos de las cámaras de seguridad.

—De rodillas —Gael ordenó a todas entonces sin mostrar ningún temor detonó su arma sobre una de ella.

Aquella terrible escena dejó a Scarlett impactada, su corazón se desgarró al ver a su compañera caer. A continuación hizo lo mismo con otra de ellas, quienes ya llevaban más tiempo que las dos chicas restantes.

Se acercó a las sobrevivientes y las tomó por el cabello, llevándolas a un cuarto oscuro lanzándolas, ahí se quitó su cinturón y comenzó a golpearlas hasta que se cansó, después de que ambas quedaron en el piso, lastimadas, tomó uno de los brazos de cada joven y lo sujetó a una cadena que estaba fija en las paredes.

—Ahí se van a quedar hasta que se me quite el coraje, sin nada de alimento, las trataré como lo que son unas zorras de la calle —bramó furioso—. En cuanto te recuperes de la zurra que te acabo de propinar y te vuelvas una obediente mujer, serás mía. —Señaló a Scarlett—. Cerró las puertas, quedando el lugar en penumbra.

****

Carlos Gabriel cerró su laptop, sonriendo triunfante, pues había sellado un importante negocio, que beneficiaba al consorcio cafetalero de su familia. 

Cogió su móvil y llamó a su padre a Colombia, para informarle.

—Buenas tardes, papá —saludó con entusiasmo. 

Carlos Duque desde su imponente oficina en el despacho de la presidencia del Consorcio Colombiano de Café: Alma Mía, escuchó con júbilo la voz de su hijo. 

—Hola, Gabo, parece que tenemos buenas noticias. 

Gabriel ladeó los labios. 

—Sí papá, coloqué todos los sacos de café que salieron de esta cosecha en el mercado internacional, vendimos a muy buen precio. 

Carlos de inmediato enfocó su mirada en su laptop, observó las variaciones del precio de café en la bolsa de valores de New York, y sonrió. 

—Veo que el alumno, ha superado al maestro —expresó orgulloso. 

Gabo carcajeó, y su padre se regocijó de escucharlo, pues aquella decepción había sido terrible para ambas familias. La amistad de años entre los Duque de Manizales en Colombia, y los Alvarado de Puerto Escondido en México se vio fragmentada luego de lo que hizo Paula María. 

—Gracias a tus buenos consejos —respondió, y miró la hora—. Debo colgar, tengo que ir a festejar. 

Carlos se aclaró la garganta. 

—Espero sea con una chica, y que esta vez no te equivoques. 

Gabo inhaló profundo, guardó silencio. ¿Cómo le iba a decir a su padre, que encontró reemplazo a Paula María en los brazos de una vendedora de caricias? Se cuestionó así mismo, aunque su familia no era tradicionalista, sabía que la sociedad no veía con buenos ojos a las mujeres que se dedicaban al oficio de Scarlett; sin embargo, en esos meses, había encontrado el consuelo que necesitaba su alma, al lado de ella. 

—Con mis compañeros de la maestría —informó y colgó. 

****

En horas de la noche, como ya era costumbre, Carlos Gabriel, ingresó al cabaret, enseguida se dirigió a la mesa que siempre le tenían reservada, se quitó el blazer y lo colocó en una silla, dejando ver la impecable camisa celeste que lucía. 

Buscó a Scarlett entre las chicas que bailaban en el tubo, pero no la encontró. Elevó su mano para llamar a Violet y solicitar una noche con la chica. 

—Hola guapo —la mujer, se acercó y tomó asiento a su lado—. Me haces la noche al verte con tanta frecuencia por aquí —refirió humedeciéndose los labios—. Esta noche te voy a invitar un trago, ¿Qué deseas beber? —indagó.

Gabo ladeó los labios.

—Lo de siempre —informó. —¿Y Scarlett? —indagó. 

La mujer carraspeó al escucharlo y de inmediato ordenó a uno de los meseros que los atendiera a ambos.

—Le ofrecieron trabajo privado toda la semana, no pudo resistirse a lo que le ofrecieron, regresa el viernes de la próxima semana —mencionó ladeando sus labios al saber a donde iban las mujeres rebeldes como ella.

Carlos Gabriel bebió su trago de un solo golpe. 

—Volveré la próxima semana, cuando ella esté disponible —carraspeó. 

—¿Por qué la buscas tanto? —indagó con curiosidad—. Hoy tendremos nueva subasta —refirió—. Deberías pujar por alguna —sugirió tomándolo de su mano—. O quizás podamos hacer un trío. —Se acercó a su oído susurrando.

Gabo tomó las manos de la mujer y la separó de él. 

—Me gusta el servicio que presta Scarlett, dice el refrán, más vale viejo conocido, que nuevo por conocer —expresó. 

La mujer resopló.

—Ni hablar tú, te lo pierdes. Ven cuando gustes aquí te esperan las chicas, con los brazos abiertos. —Carcajeó divertida y se alejó del joven.

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