(POV: Ishtar)
El amanecer no trajo calma. Solo más luz sobre las ruinas.
La ciudad se sentía hueca, como si lo poco que la hacía humana se hubiera ido con el humo de la noche anterior. Las calles seguían teñidas de gris, y entre los escombros aún parpadeaban brasas obstinadas. El aire olía a polvo, a sangre… y a resignación.
Dormimos poco. O fingimos hacerlo. Nadie hablaba demasiado, y lo poco que se decía se deshacía entre pasos arrastrados y ladridos secos de órdenes. No era silencio. Era algo más denso. Como un eco que se negaba a morir.
Harold no se separó de mí en toda la mañana.
No dijo mucho, pero estuvo presente. Repartió mantas, organizó listas de heridos, cargó vigas con precisión quirúrgica. Lo hacía en silencio, como si no necesitara reconocimiento. Solo estar cerca. A veces sus ojos se posaban en mí por un segundo más de lo necesario… y aunque no decía nada, el gesto hablaba por sí solo.
No lo mencioné. No hacía falta.
Mike, en cambio, parecía operar en otra frecuencia. I