(POV: Ishtar)Corrí como si el suelo ardiera bajo mis pies.La herida en mi brazo latía con cada zancada, pero el miedo era peor. No por mí. Por él. Por Harold.Salté sobre una raíz retorcida justo cuando una sombra cruzó el camino. Me detuve en seco, agachándome instintivamente.El híbrido estaba a menos de veinte metros. Su silueta avanzaba entre la niebla con movimientos erráticos, como si su cuerpo peleara contra su propia forma. Era monstruoso, desigual, sus extremidades demasiado largas, su espalda encorvada por músculos que no sabían a qué especie pertenecían. Iba directo hacia una figura solitaria.Harold.Él estaba de pie, inmóvil, con el abrigo aún cerrado hasta el cuello, como si el aire espeso del bosque no le afectara en lo más mínimo. No había sorpresa en su rostro. Ni miedo. Solo una concentración helada que parecía hecha de mármol.El híbrido rugió y se lanzó sobre él.—¡Harold! —grité, aunque no sabía si podía alcanzarlo a tiempo.Pero él ya se había movido.Fue como
(POV: Ishtar)La criatura no rugía.Chillaba. Agudo. Inhumano.Como si el aire mismo se rebelara contra su existencia.Y luego, atacó.No hubo advertencia. Ni tiempo para estrategias. Saltó desde las sombras como un proyectil orgánico: todo garras, peso descomunal y masa deformada. Adriian dio un paso al frente por puro instinto, sin activar su Orvium.No podía.Ninguno de nosotros podía.Las reglas eran claras:Sin poderes. Sin armaduras. Solo lo que trajéramos encima.Y lo que teníamos… no era suficiente.Adriian interceptó al híbrido con un puñetazo directo al rostro. El golpe fue seco, potente, y por un segundo pensé que lo había derribado.Pero no.El monstruo giró sobre sí mismo como un animal entrenado para matar, y lo contraatacó con una patada en el estómago que lo lanzó varios pasos hacia atrás. Adriian apenas se mantuvo en pie, con el ceño fruncido y los labios apretados.—No va a ser fácil —murmuró con voz baja, más para sí que para nosotros.Harold reaccionó al instante.
(POV: Mike)Todo empezó, como muchas tragedias modernas, con un chiste mal recibido.—Entonces fue Harold quien te cargó hasta el campamento la vez de la cascada, ¿no? —le dije a Adriian mientras caminábamos—. ¿Te meció en sus brazos como héroe clásico o más estilo “damo en apuros”?Silencio.De ese que te dice que cruzaste la delgada línea entre "gracioso" y "quiero reventarte".Adriian me lanzó esa mirada que usaba cuando decidía ignorar mi existencia para no matarme. Luego apretó la mandíbula y se desvió del camino sin decir una palabra.—¿En serio, flamas de ego? ¿Otra vez con la actitud de novela trágica?Nada. Solo se fue.Crucé los brazos, suspirando.—Por los cielos rotos de Orvium... juraría que tenía sentido del humor. Antes de que se lo tragara su propia sombra interna o lo que sea que tiene metido en el alma.No lo seguí de inmediato. Lo dejé caminar. Necesitaba su espacio, supongo. O yo necesitaba el mío. Nunca se me ha dado bien eso de cuidar gente sin sarcasmo de por med
(POV: Ishtar)El silencio tras una explosión no es paz.Es eco.Y en este caso… dolía más que el fuego.Harold estaba sentado junto a Adriian, en silencio, vigilándolo como si cada segundo fuera una bomba a punto de estallar. Me acerqué.Quería respuestas.Y no iba a quedarme esperando a que cayeran del cielo.—¿Qué fue eso? —dije sin rodeos—. ¿Por qué se salió de control así?Harold no me miró al principio. Solo siguió observando a su amigo, que dormía —o fingía dormir— con la mandíbula aún tensa.—Ishtar…—No me digas que “todo está bien”. Ya lo vimos. No lo está.Se giró al fin. Su mirada era firme, pero no dura.—No soy quien debe contártelo.—¡Pero tú lo sabes! Lo viste.—Sí. Y por eso mismo no puedo decirlo. Adriian tiene derecho a decidir cuándo, cómo… y si quiere hablar.Mi estómago se apretó. La impotencia ardía más que la herida en mi brazo.—¿Y mientras tanto? ¿Solo espero?—Confía —dijo, con una calma tan injusta que quise gritarle—. A veces el silencio también protege.Lo
(POV: Ishtar)El día amaneció sin gloria.No hubo canto de aves ni sol cálido colándose entre las ramas. Solo neblina. Densa, pegajosa, como si el bosque respirara vapor de nervios y tierra húmeda.Nadie dijo mucho al levantarse.Adriian seguía en silencio, recostado contra un tronco, con los ojos cerrados pero los músculos aún tensos. No dormía. Fingía. Lo supe por la forma en que sus dedos se curvaban cada tanto, como si pelearan contra un temblor invisible. Harold había estado a su lado casi toda la noche. No lo vigilaba. Lo protegía de sí mismo.Y yo… yo solo quería gritar.Pero gritar no arreglaba las cosas.Así que apreté los dientes, ajusté mis botas e ignoré el ardor constante en mi brazo herido.Mike apareció desde el este con una rama partida y la mirada afilada.—Hay movimiento —dijo con una voz más grave de lo habitual—. Dos de los grupos ya pasaron por el límite sur del mapa. Uno dejó una señal de alerta en las piedras.—¿De qué tipo? —preguntó Harold, incorporándose.Mik
(POV: Ishtar)El bosque seguía cerrándose sobre nosotros como si quisiera tragarnos de a poco. Cada sombra era una posibilidad. Cada raíz, una trampa. Caminábamos en formación, atentos, tensos… hasta que algo quebró la rutina.Un sonido. Bajo. Hueco. Como un latido deformado.Harold levantó la mano en señal de alerta, y Adriian —más adelante— se detuvo sin girarse. Mike apretó los puños. Yo me agaché instintivamente detrás de un tronco.De entre los arbustos emergieron dos figuras rápidas. No híbridos, pero sí enemigos. Dos reclutas marcados por Ordo Nex, equipados con rifles cortos y placas de refuerzo.El primero disparó sin dudar.Fue un instante.Sentí cómo mi cuerpo reaccionaba solo, encendiendo una chispa bajo mi piel…Pero no fui yo quien lo desvió.Harold se interpuso. No con dramatismo, no como un héroe de portada. Simple. Exacto. Como si su cuerpo hubiera nacido para interponerse.El proyectil le rozó el costado, dejando un corte superficial en su chaqueta, pero nada más. Co
(POV: Harold)El mundo es un conjunto de variables.Rutas, datos, patrones. Todo puede leerse si uno presta suficiente atención. Hasta el caos tiene un ritmo. Y en mi caso, comprenderlo no fue una habilidad adquirida por vanidad, sino por necesidad. El orden es mi escudo. La previsión, mi refugio.Y sin embargo…Últimamente, el mundo parece haber decidido salirse de mis márgenes.Y el epicentro de ese desajuste tiene nombre.*****Vi el disparo antes de que ocurriera.Vi su postura, el impulso reflejo en sus piernas, la rabia encendida que chispeaba detrás de sus ojos. Sabía que iba a lanzarse. Que lo haría sin pensar. Y también supe que si no intervenía, ese impulso la dejaría herida. O peor.Así que me adelanté. No por táctica.Me interpuse por instinto. Por reflejo. Por algo que no quiero nombrar.El proyectil apenas rozó mi costado. Un corte superficial. Inofensivo en apariencia. Pero no fue la herida lo que me desconcertó. Fue la forma en que me miró después.No de agradecimiento
La sangre tenía un olor particular cuando se secaba. Áspero. Metálico. A Ishtar le gustaba más el aroma a pan viejo, el que a veces conseguía cuando los camiones de basura pasaban tarde por el mercado. Ese olor significaba que algo era rescatable.El puño del hombre cayó cerca de su sien, y ella lo esquivó por reflejo. No oía el rugido del público. No necesitaba escucharlo. La vibración en sus pies, los rostros deformados por la euforia, y la luz rota de los focos colgando del techo le decían todo lo que necesitaba saber: querían sangre. Y ella necesitaba el dinero.Su contrincante era más alto, más fuerte. Pero lento. Ishtar giró sobre sí misma, clavó el codo en sus costillas y lo hizo caer de rodillas. No era elegante, no era bonito. Pero funcionaba. Él se levantó furioso. Ella sonrió, sabiendo que su mueca era todo lo que necesitaban los que apostaban. Una sonrisa sarcástica, casi provocadora. Eso vendía. Eso les gustaba.Dos golpes más, una llave al cuello y todo terminó. Cayó c