Los ojos de Nina se movieron con rapidez, reconociéndolo todo, desde el dolor que sentía en el hombro, pero que aún podía controlar y usar perfectamente, hasta el peso y talla del hombre que tenía delante, a quien recordaba muy bien.
No había olvidado el rostro taimado y el cuerpo chato de Randall Weiss, y mucho menos esa expresión desagradable que le había causado tan mala primera impresión.
—Hola, Weiss —lo saludó, adoptando una posición defensiva, y el hombre arrugó el ceño.
La había estado siguiendo, eso era evidente, la pregunta era: ¿por qué una barra de metal y no una pistola?
Si quería silenciarla, solo habría tenido que dispararle a la distancia, porque aquel estacionamiento no podía estar más desprotegido ni más vacío. Pero en lugar de eso se había acercado a ella con una bar