En un pueblito tan pequeño y tranquilo como Silverwater, un colapso, dos balazos y una víctima de secuestro en la misma noche era demasiado, las dos únicas ambulancias habían trabajado a todo lo que daba, y los chismosos se arremolinaban afuera del hospital para enterarse de los sucesos.
La primera en llegar fue Nina, y ya Mason estaba listo para recibirla, porque la policía había avisado para lo que debían prepararse. Dos quirófanos estaban listos también para recibir a los heridos de bala, y varios cirujanos estaba apostados esperándolos.
Mason ordenó llevar a Nina a una de las habitaciones privadas del hospital, y él se ocupó personalmente de indicar sus exámenes y de ajustar el medicamento para contrarrestar la droga que le habían inyectado. Por suerte no la habían tenido drogada por demasiado tiempo, así que no había peligro de que de