Andrea refunfuñaba en uno de los sofás de la sala, exactamente el que más amaba y que tenía escrito su nombre... literalmente.
Las maletas estaban empacadas y Alexander se veía espléndido con nuestro hijo en sus brazos mientras miraba a Andrea haciendo pucheros sobre el bebé.
—No seas dramática, puedes ir a la casa y visitarnos cuando quieras.
Alexander no era fanático de que invadieran su privacidad, pero ver a su madre aferrada a un pequeño ser, hizo que su corazón se ablandara. Al final Andrea aceptó y con todo el dolor del mundo salió con Julián a despedirse de nosotros. Una nueva vida juntos estaba por comenzar y ese cambio también estaba por verse.
—Nos veremos pronto.
Fue lo último que escuchamos cuando Alexander encendió el auto y condujimos de regreso a la casa que una vez fue "mi hogar".
Esa misma tarde, Alexander tuvo una reunión, como tantas otras que había tenido antes, y yo tuve que quedarme en casa, entre pañales y biberones, pero lo peor de todo, Mike no estaba conmigo