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—Amelia POV—

Al ver que se estaba agitando mucho, sirvo un vaso de agua y se lo entrego para que lo beba.

—Por favor, cálmate un poco o tu presión volverá a subir. Bebe agua, te sentirás mejor tras beberla.

Ella no niega mi ayuda y se la bebe.

—Mamá, estás pensando mal de tus hijos. Ninguno de nosotros desea tu muerte, es todo lo opuesto. Deseamos que veas a tus nietos casarse y que conozcas a tu primer tataranieto. ¿No te gustaría conocerlos?, Ya conoces a tus nietos y bisnietos, conocer a tus tataranietos es lo que te hace falta.

—Olvídalo, ya soy vieja y moriré en cualquier momento. Así que, entre más rápido asigne a mi sucesora, será suficiente.

Todos se miran al escuchar la palabra sucesora, con tan solo haber dicho esa palabra, se sabía que ninguno de los hombres que pertenecían a nuestra familia sería el elegido. Sus rostros reflejaban la decepción, pero no entiendo por qué se decepcionan si la abuela Olivia ha sido clara en todos los años de su vida, ha dejado en claro en múltiples ocasiones que su deseo es que el matriarcado prospere y no sea el patriarcado quien nos dirija a todos. Eso era algo obvio.

—Como dije, lo he pensado bien. Por ley mi primogénita debería ser quien herede, pero no eres más que una incompetente. Ninguno de mis hijos tiene el valor de ser el elegido, son unos incompetentes. Por tanto, de mis nietos...

Ella mira a mi madre quien estaba a su lado y prosigue su discurso.

—Tú eres la única de mis nietos que es inteligente y podría hacer algo por esta familia. Pero tu humildad solo ocasionará que los demás abusen de ti y no seas alguien respetado para ellos.

—Lamento decepcionarte, abuela.

Aunque se disculpe, la abuela sabe que el deseo de mi madre es vivir en paz y en un lugar lejos de todos sus hermanos, tíos y sobrinos. Lejos de la lucha del poder. Admiraba a mi padre por su sencillez y humildad, pero lo que ha dicho la abuela es cierto. Eso ocasionaría que no fuera alguien digna para liderar nuestra familia. Pensaba en ello, hasta que escucho hablar al tío abuelo Jack.

—Mamá, si ninguno de tus hijos somos aptos para el cargo. ¿Quién lo es?

No hubo necesidad de palabras, ella me mira y extiende su mano para entregarme el anillo de jade. Un anillo que representa a la líder de nuestra familia. Ella siempre dijo que ese anillo fue entregado por el hombre que amó desde el principio y que ese sería entregado al próximo líder de los O'Connor. Todos veneraban ese anillo y ansiaban tenerlo, excepto yo. La miro un poco desconcertada, pero antes de hablar, ella continúa su discurso.

—En poco tiempo lograste llevar a nuestra familia en la cima. Conseguiste triplicar toda nuestra herencia en solo unos pocos años. Eres inteligente, bella, astuta, pero temida y respetada por todos. Eso es lo que debe caracterizar a la futura matriarca de los O'Connor.

—Mamá, no creo que Amelia sea la indica. Es verdad que es hermosa e inteligente, pero creo...

—Cállate Jack. Esta es mi decisión y es mi última palabra. Amelia O'Connor, a partir de ahora eres la líder y heredera de toda la familia O'Connor. Además, serás la presidenta de nuestra empresa. Todas las acciones te corresponden a partir de ahora. Este es el anuncio oficial que tenía para dar como mi última orden. Nadie puede atreverse a ir en tu contra o será expulsado inmediatamente de nuestra familia, aunque yo ya esté muerta, esta es una orden inmediata.

Estaba aturdida y halagada por lo que ha dicho. Me levanto de golpe y hago una reverencia como respeto a todo el trabajo que ha realizado.

—No te decepcionaré, abuela. Haré que nuestra familia siga en la cima, incluso más allá de la cima. Cumpliré con tus expectativas.

Termino mi reverencia y la miro directo a los ojos. Ella asiente y su más fiel súbdito se acerca a nosotros muy lento, debido a un accidente que tuvo hace un tiempo. El señor Jonathan Junior, es el hijo del hombre que más leal le ha sido a la abuela Olivia. Él falleció hace unos años y fue su hijo quien se ha hecho cargo de seguir con el trabajo de su padre.

—Aquí tiene, señora.

—Firma esto, Amelia. Una vez que firmes, todo mi poder será entregado a ti y a nadie más.

—¡Mamá! Creemos que deberías pensarlo un poco más. Amelia es muy joven y no conoce todo de la empresa. ¿Por qué dejarás todo tu poder en ella?

—¿Y qué has hecho tú, Linda? ¿O tú, Jack? ¿Qué me dicen de mis otros hijos y nietos? La única que ha tomado las únicas que se atrevieron a llevar el liderazgo de nuestra familia en mi ausencia, ha sido tu hija y tu nieta. Si tu hija fuera feroz como tu nieta, la asignaría a ella por derecho. Después de todo, tiene más años de experiencia. Pero es tu nieta, Amelia, quien tiene más ferocidad e inteligencia que todos ustedes aquí reunidos. ¡Firma ahora, Amelia! Es una orden.

Acepto el bolígrafo que me extiende el señor Jonathan y estaba por firmar los papeles, pero la lucha entre madre e hijos no se acaba. Mientras ellos desgastan su tiempo y saliva en aquella discusión, yo aprovecho para leer los documentos como si nada estuviera pasando. Lo leo con rapidez, pero entendí todo lo que en él estaba escrito, pero me inquietaba algo. Por tanto, decido interrumpir la absurda pelea sin necesidad de alzar la voz.

—Abuela Olivia.

—¿Qué sucede? ¿Por qué no has firmado aún?

—Solo tengo una pregunta.

—¿Qué es?

No digo una sola palabra y lo único que hago es extender el documento hasta ella y le señalo la parte que no me gustaba mucho.

—¿Cuál es el problema con eso?

Todos estaban ansiosos por saber qué decía el documento, pero ni ella, ni yo decimos una palabra. Al final, me rindo y acepto las condiciones.

—No importa.

Solo dos palabras fueron mi respuesta. Tomé los documentos nuevamente y puse mi firma de manera legible y grande. Le entrego el bolígrafo y el documento firmado al señor Jonathan y este se retira de la sala con varios guardaespaldas a su alrededor. La escena que demostraban era como si se tratara de una reliquia invaluable de algún rey o en este caso, de una reina.

Todos me miran con odio, aunque intentan disimular sus sentimientos. La abuela Olivia respira de alivio y reposa su cuerpo sobre el espaldar de su silla de ruedas y mira a todos los presentes.

—Jamás olviden esto. Quién se oponga a Amelia, se opone a mí. Aunque esté muerta el día de mañana, vendré por ustedes. ¿Fui clara?

Su aura temible hace presencia, aunque fueran más de cien años, los que tenía y sin importar todas las arrugas de su cuerpo. Todos responden al unísono y de manera inmediata.

—¡Sí, señora!

—Regresen a sus casas, ya no es necesario seguir en esta sala. Amelia, llévame a casa con tu madre, ahora.

—Sí, abuela. Enseguida lo haré.

Antes de ponerme de pie, ella toma mi mano y me coloca el anillo en mi dedo anular del lado izquierdo. La sensación de tenerlo puesto, me hace feliz.

—El día que vayas a casarte, debes seguir usando este anillo. Es una reliquia familiar y demuestra tu liderazgo.

—Lo cuidaré muy bien, abuela.

—Vamos a casa.

—Sí.

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