POV Emily
Soñar en grande, debía soñar en grande, pero al final de todo ¿de qué valían todos esos grandes sueños si no tenía los medios para alcanzarlos?
Recordaba a esas mujeres hermosas que iban al restaurante y pensaba en sus vidas. Hoy quisiera ser como una de ellas, estaría empacando mis maletas sin preocupación de nada.
Miraba mi ropa en el pequeño closet y sentía que esta vez no lo podría lograr, al parecer no todos los sueños se pueden cumplir.
De tantos castings a los que he querido entrar, por primera vez me han llamado a uno y preciso en este momento no tengo ni una sola moneda en mi bolsillo.
¿Debería llamar a mis padres?
Me senté en la cama mirando mi equipaje vacío.
—No, no puedo.
Dejé caer mi cuerpo en la cama y abrí mis brazos como una estrella de mar.
No es un asunto de egos o de orgullo, pero no quiero, me niego a pedirles dinero a mis padres. Ellos han creído por casi un año completo que llevo una buena vida, que soy una modelo y que eso me da para vivir. Prefiero comer papel remojado antes que decepcionarlos una vez más.
Buscaba entre mis pertenencias algo de valor, quizás una joya o sortija costosa que pueda vender y con eso comprar los vuelos, estando en Londres podría… podría… ¿Qué podría hacer para pagar un hotel? ¿Si vendo mi ropa?
—No —dije levantándome de la cama.
Si vendo mi ropa tendría un nuevo problema, necesitaría nuevos atuendos.
Debía presentarme en Londres en dos días, quiere decir que tengo un día para encontrar una solución. ¿Y si vuelvo con la señora Betancur?
—Eso tampoco —me respondí a mí misma. Mi ego está algo tocado y no es porque no reconozca mis errores, porque reconozco que cometí un grave error, pero ese hombre también tuvo culpa, su manera de insultarme me hizo explotar como cual granada y decirle sus verdades.
Resoplé y sentí que en el fondo de mi alma había un poco de arrepentimiento. Creo que no debí dejarme llevar, tenía que aguantar unos minutos más, por lo menos hasta que la señora Betancur llegara y fuera ella quien terminaría sin tantas vueltas aquel vergonzoso problema.
—¿Por qué mencionó a mis padres? ¿ellos que tenían que ver? ¡Ay, ese hijo de su…!
Apoyé mi frente en la pared de mi habitación y escuché mis tripas rugir.
Ahora muero de hambre y no tengo nada de comer, parece que debo tomarme enserio lo de comer papel mojado.
—¡Emi! —gritó alguien fuera del apartamento.
Quité mi frente de la pared y asomé mi cabeza hacia el pasillo.
Dos golpes aparecen a la puerta y una vez más se escucha mi nombre.
—¿Quién es?
—Soy Dominica, abre la puerta.
Traté de cambiar los gestos de mi cara y sonreí antes de abrirle la puerta.
—No sabía que vendrías, ¿Qué te trae por aquí?
—Vine a cenar contigo.
Ella empuja la puerta con su pierna y pasa sin esperar a que yo la invite a pasar.
—Esto está pesado, ¿Dónde lo pongo?
Ella traía bolsas en sus manos.
—¿Qué es?
—La comida. Ven, date prisa, muero de hambre.
Lentamente llegué a la cocina y la vi sacar pollo frito, papas y hamburguesas.
—¿Y todo eso?
—Lo compré en el camino. ¡Oh! Esto te lo envió el jefe de la cocina, dijo que es tu favorito.
Ella me muestra una ensalada que amo del restaurante.
—Domi, ¿por qué…?
—¿No tienes hambre?
Ella no me dejaba hablar.
—No tenías que gastar tu dinero, es demasiada comida y yo… yo no puedo invitarte en una próxima ocasión.
—No importa, no lo traje para que me lo devolvieras luego. Ya, ven a comer.
Me acerqué a la barrita de madera flotante de la cocina y tomé uno de esos ricos muslitos de pollo.
—Te ayudaré a encontrar otro trabajo. Un amigo trabaja en una floristería, está cerca del centro de la ciudad, es un buen punto. Sus jefes son amables y le pagan bien.
Ella actuaba tan natural, no preguntaba nada de lo que dijo la señora Betancur, fue como si ese incidente en el restaurante no hubiera pasado jamás.
—Domi, no tienes que hacerlo.
—Somos amigas, claro que tengo que hacerlo. Es más, mañana mismo iré con mi primo, yo misma en persona hablaré con sus jefes y pediré que te contraten.
Negué con mi cabeza.
—En realidad no es lo que quisiera para mí.
—¿Qué?
Ella me mira con confusión.
—Vine en busca de algo diferente y en todos estos meses no hice nada. Lo que pasó fue muy fuerte para mí, pero quizás es una señal para empezar abrirme caminos en donde quiero estar.
Tomé mi celular y lo puse al lado de su plato de pollo frito.
—¿Qué es eso?
—Pasé a uno de los castings a los que me postulé.
—¡¿De verdad?!
Dominica limpia sus manos en su camiseta y toma el móvil para leer.
—Todo pasa por algo, ¿no crees?
—Claro, esto es asombroso. ¿Cuándo te vas?
Mi cara de emoción se apaga al segundo.
—Bueno, es lo que estoy por resolver… en realidad no tengo dinero para ir a Londres, pero algo haré. Yo, yo… la verdad no creo que pueda ir.
Dejé aquel muslito de pollo en mi plato y sentí que el apetito se me fue.
—Tal vez la oportunidad no es para mí, pero seguiré en busca de lo que quiero, lo haré desde aquí. El fin de semana iré a las tiendas para las que he trabajado y les…
—Te prestaré el dinero —dijo de la nada.
—¿Qué dices?
—Sí, te prestaré el dinero. Vas a Londres y te presentas en tu casting.
—No, no puedo recibir tu dinero, Dominica. Lo necesitas, sé que ahorras para pagar tu universidad, no puedo aceptarlo.
—Si puedes.
—No. ¿Qué pasa si no logro un contrato? ¿Cómo te voy a pagar?
—Si pasarás.
—Eso no lo sabemos, no quiero que pongas en riesgo tu estudio por mí. No puedo…
Ella toma su móvil y me pregunta:
—¿Cuál tu número de cuenta? te transferiré lo que tengo.
Abrí mis ojos, levanté mis cejas y me quedé tartamudeando por un rato.
—Anda, se hará tarde y debes hacer maletas. ¿Cuál es tu número de cuenta?
—Domi, pero… ¿y si no me seleccionan?
Ella sonríe.
—Eres talentosa, eres hermosa, claro que te seleccionarán. En menos de lo que creas, tendrás el dinero y me lo devuelves.
—¿Estás segura de eso? Son tus ahorros.
—Estoy segura. Solo, espero que no te olvides de mí cuando seas una modelo famosa. ¿Está bien?
—Oh, creo que voy a llorar —susurré haciendo pucheros.
Así fue que logré comprar tiquetes para ir a Londres. Sin duda había hecho algo muy bueno en mi vida pasada para encontrarme una amiga tan especial como Dominica. Ojalá todos tengan la oportunidad de tener a un ser tan amoroso como ella en sus vidas.
Sonreía llena de tranquilidad mientras veía el cielo desde la ventanilla del avión, que aterrizaría en un par de horas en Londres.