Tocó a su puerta y mientras ella se decidía en salir, Alejandro caminaba de un lado a otro, esperando por Ariel.
Las palabras de su amigo lo habían dejado pensando mucho si Ariel se negaba, ¿qué haría él? Decía que no la obligaría a nada, pero ¿hasta qué punto era eso cierto? ¿Hasta qué punto él iría al ritmo que marcara ella? No era una tarea fácil y necesitaba de toda su paciencia para no ser el mismo ogro de antes y hasta el momento había logrado controlarse, aún cuando ella huyó con otro hombre en medio de su cumpleaños, o cuando no quiso regresar a casa.
Intentó comprenderla, ponerse en su lugar.
Dentro, Ariel buscaba sus pantuflas, pues ya estaba en la cama.
Cuando abrió la puerta, lo observó ir de un lado a otro.
—Vamos al salón, hay que hablar sobre algo.— Él se condujo allí, siguiéndolo Ariel en silencio. —¿Cómo te sientes?— Ella estaba sentada en el sofá y Alejandro en la butaca, la acercó a ella, para estar más cerca durante la charla.
—Estaba por dormir. ¿Qué ocurre?
—Como