El punto de vista de Gabriela
«¡Ah! ¡Sí! ¡Sí!», gemí mientras él me tiraba del pelo. «¡Más fuerte, Alejandro!».
Me estaba tomando por detrás, sintiendo cómo su virilidad se movía hacia adelante y hacia atrás y dándome suficiente satisfacción esta noche. El sudor cubría mi cuerpo, mi voz se escondía en mi interior porque no quería que nadie oyera nuestra perversión.
El choque de nuestros cuerpos era como música para mis oídos. Me tiró del pelo hacia atrás, agarrándome por el cuello mientras empujaba más profundamente dentro de mí. Su virilidad me estaba dominando con rudeza y me gustaba. ¡Me gustaba mucho! ¡Dios mío! Su longitud era como magia, me tenía hechizada y perdía la cordura con cada una de sus embestidas.
«¡Dios mío! ¡Alejandro!», grité, y él me tapó la boca mientras me follaba por detrás.
Su enorme y gruesa virilidad golpeaba el punto justo y me estaba volviendo loca. Jadeé cuando sus embestidas se aceleraron, me soltó y me agarró por la cintura mientras me follaba por detrá