Nunca faltan los problemas

Alan revisaba unos documentos importantes en la oficina principal, intentando mantener todo en orden durante la ausencia de Erik. Aunque no lo diría en voz alta, manejar la empresa de los Davis le estaba costando más de lo que había imaginado. Era un reto mantener el equilibrio en un lugar donde cada movimiento podía tener consecuencias importantes.

De repente, la puerta se abrió de golpe, revelando a Charles Davis, imponente como siempre, con una expresión que no dejaba espacio para dudas: estaba furioso.

—¿Dónde está Erik? —preguntó con un tono severo, cruzando los brazos mientras lo miraba fijamente.

Alan se levantó de inmediato, nervioso pero tratando de mantener la compostura.

—Se tomó unos días, señor. Al parecer tenía problemas personales que resolver.

Charles frunció el ceño, caminando hacia el escritorio de Alan.

—¿Problemas personales? Eso me suena a estúpidos pretextos. —Se detuvo, apoyando ambas manos en el escritorio y acercándose lo suficiente para intimidarlo—. Seguro e
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