4. Sí, acepto

Aquella mañana Jeremy apareció en el hospital junto a su abogado, Diddier Smith, quién aparte de haber redactado el contrato que tanto él como Eva firmarían, sería uno de los testigos de su unión.

— ¿Buenos días, estás bien, cómo pasaste la noche?— preguntó Jeremy acercándose a su futura esposa y dándole un suave beso en la mejilla para luego observar extrañado a los dos bebés durmiendo juntos en una cuna.

Eva sonrió nada más vio llegar a Jeremy, indicándole que guardara silencio, ya que los dos niños acababan de dormirse.

—Sí, estoy bien. Las enfermeras son muy atentas— le respondió en voz baja, soltando un pequeño suspiro al volver a posar la mirada en sus hijos.

— ¿Qué sucedió?— preguntó extrañado — ¿Por qué no está cada uno en la suya?

—Anya no quería dormir sola. No podía dormir más de 15 minutos, ya que despertaba llorando, lo que despertaba a Airón, por lo que la coloque a un lado de su hermano y solo así es que la bribona dejó de llorar, dejando dormir también a su hermano.

En la habitación también se encontraba Lupe, que sería la segunda testigo de la unión, además de ser amiga de Eva, y a la cual el abogado Smith ya estaba mostrando un contrato de confidencialidad que tendría que firmar porque ese secreto no podría salir jamás de esas cuatro paredes.

— ¿Es aquí donde me necesitaban?— preguntó el sacerdote del hospital quién por una vez estaba alegre de ofrecer un sacramento que no fuera de extremaunción a algún moribundo.— ¿Ya están los novios preparados?

—Si es aquí donde se le necesita, padre — respondió de inmediato Jeremy, quien se había perdido por un momento en la explicación de su esposa sobre los dos niños, o más bien en la forma en que sus labios se movían al hablar.

Eva no pudo evitar llevar sus manos por todo su cuerpo, cerciorándose de que todo estuviera bien con su vestido, pese a ser un traje de novia sencillo para la joven madre, era el más hermoso que ella hubiera visto.

Lupe, por su parte, le sonrió a su amiga, alzando los dos pulgares de sus manos en señal de aprobación. Aunque claro de reojo, no dejaba de ver al guapo abogado que se encontraba a un lado de ella.

—Bien, ya que todos están presentes, procedo a iniciar con la ceremonia— mencionó el sacerdote parándose en medio de la habitación, esperando que la novia y el novio se acercaran.

Jeremy ni siquiera le hizo un cumplido a la mujer con la que iba a casarse, se portaba de forma correcta, pero aqull estaba era algo muy difícil, no era capaz de creerse que pudiera hacer aquello dos días después de que su amada Marie hubiera fallecido, pero allí estaba él, escuchando al padre hablar como un completo autómata.

— ¿Eva aceptas a Jeremy como tu esposo, en salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, para amarlo y respetarlo hasta el fin de tus días?

Nerviosa, era así como se encontraba en ese momento Eva, cuando apenas un par de días atrás, estaba llorando por un hombre que la había dejado abandonada, embarazada y sin dinero, ahora estaba frente a un cura a punto de casarse, por eso cuando le hizo la pregunta de rigor, ella no dudo en decir si, no porque amara a Jeremy, su salvador, ¿Quién podía ser capaz de amar a un hombre que acababa de conocer? Si no por su hija. Por ella haría cualquier cosa, para mantenerla a salvo y bien protegida y lo estaría siendo hija de su futuro esposo.

—Sí, acepto.

Para Jeremy era como ser un espectador, como si no fuera él quién se estaba casando, y aun así la pregunta le llegó de repente, como si no la esperara. Un nudo se le hizo en la garganta a la hora de responder, pero el deber pudo más que el corazón y tras aclararse la garganta e intentando dispersar aquella molestia que no lo dejaba continuar, por fin respondió.

— Sí, acepto.

Fue lo único que respondió. Después de aquello, Diddier se acercó con dos alianzas simples de oro con los nombres de los dos grabados y la fecha de su unión con Marie, un poco más de un año antes de ese día.

Eva vio una enorme tristeza en los ojos del hombre que se acaba de casar al colocar ese anillo en su dedo, que por un momento se encogió de pesar. No por no ser una esposa querida, sino por el dolor que a ese hombre le provocaba no poder llorar a su esposa, como debería y estar casándose con alguien más.

Lupe, su amiga soltó un suspiro, inquieta por la decisión de Eva por casarse, sabía los motivos de su amiga, pero la forma en la que ella había dado sus razones, le parecieron más bien una excusa para no pensar en ella como mujer. Como si no mereciera ser amada. Pero no había nada que pudiera hacer la boda, ya se había llevado a cavo y el anillo colocado en el dedo de su amiga.

Lo único que quedaba por hacer era ir a abrazar a la novia y felicitarla,

—Espero que seas feliz… Muy feliz amiga.

Jeremy fue capaz de escuchar aquello que la amiga de su esposa acababa de decir y tuvo que callarse para no contestar de la felicidad, no era algo a lo que ellos pudieron acceder como al menos no la felicidad que la había conocido junto a la madre de ese bebé al que ni siquiera quería mirar.

Firmaron los papeles correspondientes y luego despidieron al sacerdote para seguir firmando los contratos, ellos los dos que correspondía a su trato y, ambos testigos, los que aseguraban que ese secreto estuviera protegido.

— Es momento de irnos a casa — Explicó Jeremy intentando sonreírle a su nueva esposa, al fin y al cabo ella no tenía la culpa de lo que le había sucedido, quizá no podría amarla, pero intentaría ser un buen compañero para ella.

Tomó uno de los portabebés mientras Diddier le ayudaba con el otro, Jeremy insistió en que no debía coger peso mientras le ofrecía su brazo libre para acompañarla hasta en coche que esperaba por ellos en la puerta del hospital.

Ella asintió las palabras de su ahora esposo tras despedirse de Lupe, quien tras firmar se despidió de ellos, no podía seguir ahí, amaba a su amiga, pero no estaba de acuerdo con lo que estaba haciendo y si más adelante ella hubiera encontrado un buen hombre que la amara y no la viera como una niñera a la cual le pagaría por cuidar a su hijo.

— Voy a intentarlo — aseguró mientras andaban — sé que no estamos enamorados, pero intentaré ser un buen esposo para mí, al fin y al cabo el matrimonio no es tan diferente a una sociedad y soy un buen socio.

Intentó bromear, aunque lo cierto es que en ese instante lo único que quería era meterse en su estudio a oscuras y quedarse allí hasta desfallecer, pero no podía permitírselo, sus padres llegarían en un par de días.

—No estoy preocupada por eso, creo que en tus palabras, estoy más preocupada por mí y mi desempeño para ser delante de los demás, tu esposa — respondió ella caminando a su lado, siendo escoltados ambos por el abogado que los ayudaba con uno de los dos portabebés.

Al salir del hotel los esperaba una gran camioneta blanca. El chófer salió para abrirles la puerta trasera y ayudarles a acomodar a los bebés, los cuales ya iban en sus transportines.

Eva subió en silencio tras asegurarse que los niños estaban bien acomodados, ahora lo que le preocupaba y le daba nervios era la noche de bodas. Dormiría con ese hombre en la misma habitación, porque era claro que no tendrían intimidad hasta pasado un mes o dos meses, poco menos de eso y eso si él la encontraba bonita, En el fondo Eva estaba segura de que ella solo sería la madre de los dos niños y que su esposo tendría con quien pasar sus noches, no podía culparlo, ella no se consideraba una mujer hermosa, pese a que todo mundo que la conocía le decía que lo era.

Poco tardaron en llegar a su casa en Washington, allí nadie conocía a Marie, estaban de regreso de un largo viaje cuando tuvieron que parar en el hospital.

Cuando llegaron a la casa el mayordomo y ama de llaves, quienes por cierto eran un matrimonio, los llevaron a su habitación, no era opción que durmieran separados, se suponía que eran una feliz pareja que acababa de tener un bebé.

— Señor mañana mismo vendrán las niñeras que pidió para la entrevista.

— Perfecto Henry —le respondió al mayordomo — puedes retirarte.

— Esta será nuestra habitación — le explicó él, esta era lo suficientemente grande como para tener una cuna doble en un rincón y que todavía se viera espaciosa — yo puedo dormir en nuestro salón privado mientras te habitúas, para que no te sientas incómoda.

—No, no me incomoda dormir juntos— le respondió, deslizando su mirada por toda la habitación.

Eva estaba curiosa, deseaba saber ¿qué tipo de mujer era la madre del pequeño Airon?

Sin embargo, la casa parecía no haber tenido jamás la presencia de femenina en su interior, hasta los mismos empleados, parecían no saber que ella no era la primera esposa, si no la segunda.

—Es mejor que nos acostumbremos a estar cómodos entre nosotros. Así nadie descubrirá nuestro secreto ¿No crees?

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