Alice también dejó el hospital por esos días. El desgaste que había producido en Leonard, las demandas y reproches de sus hijas y su propia culpa, estaban haciendo mella en su relación con Susan. A pesar de que ella intentaba contenerlo, a veces Reed se convertía en un volcán de cuya coronilla solo salían porquerías.
Era inestable muchas veces, podía pasar del amor más dulce a un ataque de ira en solo segundos, detonado por las cosas más insignificantes. Y Susan se estaba hartando.
-Solo lograrás que te deje – Marcus lo miraba con cara de pocos amigos.
Escuchó la discusión de ambos; Leonard al teléfono, Susan en la galería y sus gritos salieron de detrás de las últimas filas del teatro para llegar hasta el escenario.
Leonard lo miró incrédulo.
- Eso no pasará – Le dijo convencido.
- No sé, Leonard… A ninguna mujer le gusta que la traten así. Te estas volviendo un viejo insoportable. No la culparé cuando te mande al demonio –
- Tonterías –
Pero él, en el fondo, sabía que su amigo tenía