La vida de casada le sentaba bien; al menos esta vez que comenzaron con el pie derecho. Estaba habituada a los horarios y las rutinas de los niños, de Daniel y ahora también de la inquieta Emma. Pasaba más tiempo en la casa de su padrino que en la suya. No había caso, Laura no encontraba la niñera adecuada, o al menos esa era la excusa que daba.
Lo cierto era que, a esa primera niñera la había echado sin contemplación cuando le pareció que Harry la miraba un poco de más. La siguiente era muy joven, la que vino después demasiado alegre y la lista seguía. Solo buscaba pretextos para no darle a su marido otra “amiga” más. Esgrimía que no tenía tiempo para ocuparse todo el día de su hija; claro, lo utilizaba para tratar de descubrir quién era la mujer que Harry frecuentaba.
Se lo solía aparecer en la oficina sin previo aviso o lo esperaba despierta cuando él llegaba demasiado tarde, solo para verlo porque nunca le decía nada. La vida se le había vuelto miserable, pero ella continuaba hac