Para el otro abuelo, el más mundano, todo era nuevo. Él no podía tener la misma visión de Charles con respecto a los hijos y los nietos. Recién había aprendido a ser padre con Deanna, cuando ya no lo necesitaba para crecer. Y todavía estaba en el proceso. ¿Nietos? Eso sí estaba en otra dimensión.
La mitad de su vida la había pasado sumergido en el resentimiento, en el odio y en el autocastigo. Reflejando el rechazo de su madre en las mujeres que lo rodeaban: su esposa y sus hijas. Cargando con la infelicidad del amor perdido y no sintiendo más que momentos pasajeros y fugaces.
Y en un abrir y cerrar de ojos, tenía una familia y una relación estable que lo complementaba. Él y Susan fue algo que ni ellos mismos sospecharon o planearon; se acercaron cada vez más luego de que Deanna y Daniel se volviesen a casar; en reuniones familiares, en conversaciones triviales. Hasta que un día se dio cuenta de que no podía dejar de pensar en ella.
El viejo Leonard desempolvó su verdadero encanto par