Elizabeth corrió para escaparse de su esposo y su expresión de incredulidad tras escuchar las palabras de Bastian y de los rostros que la miraban con lástima.
Roger había quedado tan impresionado al escuchar a su amigo que ni siquiera reaccionó cuando ella se dio la vuelta y comenzó a correr.
No la creyó, pudo ver en su mirada como la incredulidad inundaba sus facciones y ella no pudo soportarlo.
Su esposo la alcanzó cuando estaba por arrancar el coche para marcharse de allí.
Iba a acelerar, aturdida y con lágrimas en los ojos cuando sintió que le golpeaban el capó.
Su esposo estaba frente al coche, impidiéndole que se escapara.
Había colocado ambas manos sobre el capó y tenía la cabeza mirando hacia ese lugar mientras respiraba con dificultad.
Al parecer había corrido mucho para alcanzarla.
Elizabeth abrió la ventana y asomó el rostro.
—Roger, ¿puedes apartarte? Quiero ir a casa —intentó que su voz no se escuchara entrecortada, pero era difícil porque las lágrimas no dejaban de salir