Capítulo 10: Me adueñaré de tu puesto, de tu empresa y lo perderás todo
Elizabeth fingió que el cuerpo no le temblaba y que agarrar aquella copa de vino sin volcarla por los nervios no fue una odisea.

Le sudaban las manos, sentía el estómago oprimido y le picaban los ojos por aguantar las lágrimas.

En cuanto lo vio cruzar la puerta y la miró sin reconocerla, ella tuvo que guardar silencio porque no estaba segura de que le saliera la voz.

No lo amaba, no podía continuar amándolo después de noches y noches de lágrimas.

De dormirse con el rostro enterrado en la almohada para no gritar por no poder sacar ese sentimiento del pecho.

Se había sentido como si pasara un infierno, caminando sobre brasas, descalza y quemándose para lograr salir de allí.

Y lo había conseguido…

Había vuelto porque creyó que podía enfrentarse a él sin sentir nada, pero su estúpido corazón quería escapar de su pecho y caer sobre las manos de Roger.

Ese órgano inservible quería que él lo agarrara y lo estrujara de nuevo hasta matarla.

El coraje hacía ella misma fue lo que le dio el valor
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