15. No me llames señor Kostas
Emily
Los faros del auto iluminan la oscuridad de la noche mientras avanzamos por las calles de la ciudad. Puedo sentir la intensidad de la mirada de Alexandro sobre mí, como si sus ojos fueran imanes que se aferraban a cada gesto, a cada movimiento.
Me siento incómoda bajo esa atención persistente, pero también recuerdo las palabras de Giorgio y no peudo evitar sonreír intenamente.
El karma es una perra, jefe.
—¿Pasa algo, señor Kostas? —pregunto con inocencia,
Él me mira de reojo y resolpla, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos, y finalmente responde:
—Solo me recordaste a alguien, me imagino que el cambio es cortesía de mi hermano, hay que agradecerle. Y por favor no me digas señor Kostas o nadie va a creer que somos pareja.
La mención de esa "alguien" hace que mi corazón de un vuelco. ¿Sería posible que me hubiera reconocido como Amapola?
Descarto rápidamente la idea, diciéndome que si ese fuera el caso, ya habría estallado en un ataque de ira. Opto por guarda