••Narra Kiara••
Sentía que me ahogaba. Cada vez que golpeaba mi garganta, me producía arcadas. Mis ojos no dejaban de derramar lágrimas al recibir toda la longitud de mi esposo en mi boca.
La saliva se derramaba por mi barbilla, cayendo sobre mis pechos. Me dolía la mandíbula, pero ver cómo Alexander soltaba gemidos varoniles, valía la pena. Sus caderas embestían contra mí al tiempo que su mano empujaba mi cabeza. Cada vez quería entrar más y más en mí, tarea que sentía imposible. Mi cavidad no podía abarcar más de lo actual.
Yo ni siquiera sabía que era posible o placentero hacer esto, tenerlo en mi boca, saborearlo, cubrirlo con mi saliva, hasta que hace unos días atrás, él mismo me guio en medio del sexo en busca de una nueva forma de producir placer. Y apenas que lo intenté, no ha parado.
Cada día, a cualquier hora, me colocaba de rodillas, exigiéndome abrir mi boca. Y a pesar de ser un acto donde es él quien recibe y siente placer, yo siempre terminaba de la misma forma, con