Esos ojos grises, que parecían arder en el mismísimo inframundo, me veían con intensidad.
Estaba ahí, frente a mí, mi esposo. Y no parecía para nada contento.
Detrás de él, habían al menos cinco camionetas negras de las cuales bajaron una innumerable cantidad de hombres armados.
Esto era… ¿Una emboscada?
—¿Escapar de mí, Kiara? Yo estaba preocupado por ti —Avanzó a paso rápido, plantándose frente a mí, tomando mi cintura con sus grandes manos. Noté la firmeza de sus yemas en mi piel—. Pensé que estabas en peligro y en realidad estabas escapando con tu madre de Federico y de mí. ¿Aún me sigues creyendo un monstruo, ¿después de todo lo que hemos pasado? ¿Después de decirme qué me darías una oportunidad? ¿Me decías aquello mientras planeabas escapar? ¿Ibas a marcharte con nuestro bebé?
La ira era latente en su voz y yo no supe que decir. Había malinterpretado todo y no sabía cómo resolver esto. Se veía muy mal para mí.
Traté de decir algo, pero de mi boca salían tartamudeos sin senti