A la mañana siguiente.
Aranza salió de la casa rumbo a su trabajo, mientras caminaba hacia allá, el rostro de él en aquel sueño, se le venía a la mente, la manera tan tierna en la que tocaba, la forma tan apasionada en la que la besaba y recorría cada centímetro de su cuerpo.
Suspiró con nerviosismo al ingresar a la clínica, su corazón se agitó, mientras se colocaba la filipina.
—Buenos días —el doctor Martín la saludó.
—Hola, qué tal. —Sonrió. — ¿Cómo se encuentra nuestro paciente? —cuestionó.
—Aún no despierta, ya no debe tardar —mencionó—. Sería bueno que estuvieras con él —expresó y sonrió.
La joven presionó en una línea sus labios.
—Voy a preparar un poco de café y me retiro para visitarlo —expresó—. Va a venir la señora Tere a recoger unas vitaminas, por lo de su embarazo —indicó. —¿Se las puede entregar, por favor —solicitó.
—Claro, no te preocupes, yo lo hago —el médico dijo.
—Se lo agradezco —refirió y se retiró a la cocineta.
Minutos después ingresó sosteniendo aque