El beso en el elevador dejó a ambos sintiéndose como dos adolescentes, Denzel estaba ligeramente eufórico, mientras Estella estaba llena de vergüenza por no haber podido resistirse. El viaje en auto fue silencioso, algo incómodo, y cuando ella se bajó del auto, solo musitó un ‘gracias’ en voz baja que él dudó de haberla escuchado. Sin embargo, sus ojos evasivos y la rojez en sus mejillas hicieron que soltara una carcajada de emoción una vez Estella cerró la puerta.
Inclinado sobre el volante, sus ojos no dejaron de mirarla hasta que se perdió puertas adentro en su hotel, incluso así, le tomó casi quince minutos encender el auto y marcharse, porque estaba tan emocionado que temía estar soñando.
—Lo siento, Estella —musitó en la oscuridad, sus ojos vibrantes de expectativa—, pero no puedo darme por vencido.
Durante los