Durante la noche su vigesimonoveno cumpleaños Estella recibe el peor regalo, devastada por ello, inmediatamente decide terminar su relación amorosa con Denzel para dejarle libre el camino y que ambos puedan encontrar la felicidad. Sin embargo, tras pasar la euforia del reencuentro con alguien de su pasado, él parece haber despertado de su ensoñación momentánea, descubriendo que cometió un terrible error que acabó arruinado los cinco años de relación con Estella. Con el paso de los días él cree que todo puede arreglarse, pero la clara negativa de ella, le hace ver que no hay marcha atrás; Estella hace que se dé cuenta que hay cosas en su pasado que no ha logrado superar. Denzel no se ha percatado que los últimos seis años de su vida ha vivido en la oscuridad, no obstante, al perder la única luz que iluminaba su existencia lo obliga a enfrentarse con emociones reprimidas que no sabía no había superado. Romper las costumbres y el condicionamiento es algo difícil, sus reacciones instintivas y automáticas solo consiguen herir a Estella y ampliar la brecha que los está separando. Cuando ya no tiene más opción y la resistencia se vuelve fútil, comprende lo duro que es volver a amar a alguien, pero para él es demasiado tarde, porque incluso si acepta lo mucho que ama a Estella, ya le ha hecho demasiado daño.
Leer másLos fuegos artificiales explotaban en la noche dibujando hermosas siluetas de luces, el espectáculo arrancaba ‘oh’ y ‘ah’ de los espectadores que, tomados por sorpresa, muchos ni siquiera tuvieron oportunidad de sacar sus móviles para grabar.
El Paseo del Río era uno de los lugares más románticos de la ciudad, una zona especial de más de dos kilómetros en el que el río se abría en un ancho canal, permitiendo que los barcos navegaran plácidamente, dándole a los pasajeros la oportunidad de disfrutar de las vistas de los rascacielos a lo lejos, mientras la orilla estaba rodeada de frondosos árboles que flanqueaban los caminos empedrados.
Restaurantes para parejas, parques con espacios para picnics, caminos adornados con flores, los árboles frondosos y verdes llenos de vitalidad, los muelles ubicados estratégicamente a lo largo de la orilla, todo era perfecto en ese lugar, el mejor sitio para tener una cita, proponer matrimonio, dar una sorpresa, o… encontrarse con un viejo amor.
Estella estaba petrificada, un minuto antes de que estallaran los fuegos artificiales pensó que iba a encontrarse con una sorpresa de cumpleaños, sin embargo, lo que encontró fue una pesadilla. Justo en uno de los muelles más populares, uno que pertenecía al único restaurante sobre el río, vio a su novio, sonriendo de manera indulgente a otra mujer. No cualquier mujer, si hubiese sido cualquiera tal vez no habría dolido tanto, pero no, justo tenía que ser ella, la primera mujer que Denzel amó, casi al punto de la obsesión.
Aunque el sonido de los fuegos artificiales era casi ensordecedor, para ella el mundo dejó de tener sonido y movimiento. Instintivamente sacó el móvil y le marcó a Denzel, esperando ingenua a que el hombre que veía no fuese él, quizás solo eran dos personas que se parecían demasiado, y de ese modo, Estella no tendría que enfrentarse al hecho de que, después de cinco años, la relación de ambos no era tan importante como el retorno de esa mujer.
No obstante, lo vio, Denzel sintió el celular vibrar, lo sacó, miró la pantalla y sin un atisbo de duda, lo dejó sonar sin intenciones de responder. La contestadora automática habló, invitándola a dejar un mensaje, pero Estella colgó, preguntándose a sí misma qué podría decirle.
Antes de guardar el móvil notó los mensajes en la pantalla, sus amigos y colegas del instituto le preguntaban dónde estaba.
[Mónica: Te estamos esperando, ven a comer tus costillas favoritas y comer pastel de cumpleaños.]
Estella hizo una profunda inspiración; si accedía a la invitación de sus amigos, entonces tendría que enfrentarse a Denzel y Aurora, y no tenía fuerzas para hacerlo. Los ojos le escocían de forma furiosa, pero con terquedad, se negó a llorar. Después de responderle a su amiga que no se sentía bien y que iría a casa, miró de nuevo al muelle, el panorama se sintió como una cuchillada directo al corazón.
Levantó el móvil, ajustó la cámara, hizo un acercamiento y le dio clic.
«Maldición» se recriminó a sí misma al ver la foto, porque no pudo contenerlo, las lágrimas corrieron rebeldes, dejando un rastro ardiente en sus mejillas.
Con un gesto brusco se limpió los ojos, se dio media vuelta y se marchó.
Veinte minutos después estaba de pie en medio de la sala del apartamento de Denzel, un espacio en el que cohabitaban desde hacía más de un año; en realidad, vivir juntos surgió de manera espontánea, casi orgánica; en un momento determinado ella se quedó y sin percatarse, él había hecho un espacio para ella, incluso ropa, cosméticos y joyería, Denzel le proveyó todo sin que Estella lo pidiera.
De hecho, nada se sentía forzado entre ambos, inclusive el pequeño estudio que preparó para que ella pudiese trabajar en sus investigaciones desde casa, todo fue propuesto y ejecutado por él, como si fuese natural hacerlo; Denzel le hizo sentir que ella era parte de su vida y esa era la forma en que expresaba sus emociones.
Cuando encendió la computadora, revisó las miles de fotos que compartieron juntos, a pesar de su visión borrosa por las lágrimas, Estella siguió enterrando profundo el puñal. Llegado un punto, pasó del llanto a la risa histérica y finalmente, tras más de una hora de agonía, quedó la resignación, pero más que nada, la desolación.
Imprimió las fotos, todas y cada una de ellas. Al menos unas quinientas fotos de los dos solos y en ninguna Denzel sonreía o la miraba del modo en que lo hizo con Aurora. No había la misma calidez, ni tampoco la ternura, de hecho, en cada foto, a duras penas había una leve inclinación de la comisura de los labios, y en todas, era ella quien lo miraba a él.
Cada una de esas imágenes atestiguaban cómo, poco a poco, Estella se fue enamorando, desde el florecimiento del interés hasta el amor incondicional. Todo estaba allí, era innegable que Denzel había entrado en su corazón de forma lenta pero segura; incluso a sabiendas de que él estuvo enamorado, Estella siempre pensó que estaba superado, porque nunca hubo señales de que ella no fuese importante para él.
Sin embargo, la cruel verdad era que Estella no tenía la misma importancia para Denzel, después de todo, la llegada de Aurora hizo que él se olvidara de todo, incluso de su cumpleaños.
Mientras la impresora de su oficina sonaba sin cesar, Estella tomó una maleta y recogió sus cosas, todas las que le pertenecían a ella y que no fueron compradas por Denzel. Extrañamente, no le sorprendió darse cuenta que no había demasiado de sí misma allí, después de todo, aún conservaba su propio lugar cerca del instituto y la mayoría de sus pertenencias continuaban en su departamento, en el cual dormía de vez en cuando debido a las largas jornadas de trabajo que ocurrían de manera esporádica.
Cuando desconectó la laptop y la guardó en la maleta, también lo hizo con algunos documentos importantes que estaban allí, después de eso, miró su móvil una vez más, sintiendo cómo la foto de ellos dos se convertía en un cuchillo afilado y ardiente que se enterraba en sus entrañas.
―No importa qué tan desesperada estés, Estella ―se dijo en voz alta―, no vas a dejar que la desesperación te agarre aquí.
Imprimió la foto fatídica, la llevó a la mesa de centro junto con las otras y tras servirse una copa de vino, las miró de nuevo.
―¿Por qué no puedo ser una persona más impulsiva? ―Bebió el resto del contenido de la copa de un solo trago y se sirvió otra vez―. Debí ir y formarle un escándalo, debí llamarlo bastardo y abofetearlo un par de veces ―se mofó de sí misma―, pero aquí estoy, dándole un cierre, porque no quiero que piense que es solo un berrinche, aunque nunca en todos estos años he hecho uno…
Volvió a llorar, esta vez en silencio, cogiendo de vez en cuando una de las fotos y bebiendo un trago de vino. En menos de una hora, la botella se vació y sus ojos estaban tan hinchados que apenas podía mantenerlos abiertos. Desde el momento en que llegó al departamento transcurrieron casi dos horas, y en todo ese tiempo, Denzel no la llamó ni una sola vez.
―Ja, ja, ja, ja, ―se burló con bufidos ahogados, aunque no le quedaban lágrimas, no significaba que no se asfixiaba de dolor―. Ni siquiera le interesa saber por qué lo llamé. Ni un mensaje, ni un audio, nada… ja, ja, ja, cof, cof…
Cuando la tos se calmó, también lo hizo su mente, después de todo, Estella era así, una persona pragmática y decidida. Rebuscó entre su cartera, sacó un bolígrafo y con una mano temblorosa, escribió unas palabras detrás de la foto y la dejó sobre las otras. Se puso de pie, tambaleándose un poco por el alcohol en su sistema y caminó despacio hacia la puerta donde la esperaba su maleta.
Después de cerrar y a medida que caminó hacia el elevador, llamó a su jefe y le pidió un par de días; tras asegurarle que al despertarse tendría el informe en su correo, el hombre accedió, deseándole feliz cumpleaños.
―Apuesto que tu novio te va a llevar a un lugar sensacional ―dijo juguetón del otro lado de la línea―, toma muchas fotos y no te olvides de traernos recuerdos…
―¿De qué hablas? ―preguntó, subiendo al taxi.
―¿No estás pidiendo unos días para irte de viaje de cumpleaños con Denzel? ―inquirió el jefe―. Disfruta y no te olvides de los mortales… ya quisiera yo que el viejo que duerme conmigo tuviese esa iniciativa, jum…
Estella comprendió a lo que se refería, no dijo nada porque temió que su voz se quebrara debido a las lágrimas que habían regresado.
«Si supieras…» pensó con agravio
Colgó la llamada y marcó de nuevo, sin darle tiempo a nada, le dijo al casero que deseaba cambiar la cerradura de la casa urgentemente; Estella iba a desaparecer del mundo por unos días y no quería visitas inesperadas ni confrontaciones con nadie.
Cuando llegó con su maleta, encontró al hijo del dueño del edificio cambiando la cerradura.
―Buenas noches, doc ―la saludó con jovialidad. El hombre debía tener más o menos la misma edad que ella, sin embargo, su semblante parecía mucho más joven―. Ya falta poco, si me das unos cinco minutos…
―Está bien, tómate tu tiempo ―le aseguró ella, pasando de largo, evitando que viese su semblante. Dejó la maleta al lado de la entrada a la cocina, se dirigió al estudio y rebuscó entre los cajones hasta dar con un sobre. Dejó caer una llave electrónica y una manual, cerró con suficiente pega y escribió la dirección de Denzel en el dorso. Regresó a la entrada justo en el momento en que él hombre estaba terminando―. ¿Puedes hacerme un último favor?
―¿Qué será? ―inquirió, notando por primera vez los ojos enrojecidos. Frunció el ceño con preocupación, él conocía muy bien a Estella, aunque no hablasen seguido, ella era propietaria del lugar desde hacía diez años―. ¿Necesitas ayuda con algo? ¿Qué te pasó?
Estella sonrió de forma despreciativa evitando mirarlo a los ojos.
―Mi relación se acabó hoy… ese fue mi regalo de cumpleaños esta noche ―explicó en voz baja, la sonrisa pasó a ser de tristeza y levantó la vista para demostrarle que no estaba tan mal―. No quiero verlo, así que quería pedirte, si es posible enviar esto a la dirección que está escrita allí. ―Extendió la mano mostrándole el sobre―. Son las llaves del departamento que compartíamos, así que… sé que es tarde, puede hacerse mañana en la mañana, en el lobby están los buzones, solo hay que ponerlo allí con el resto de la correspondencia.
―Doc… ―llamó con algo de simpatía, tomando el sobre. Quería consolarla, sin embargo no tenían tanta confianza, Estella comprendió y amplió su sonrisa.
―Está bien, es mejor así. Un solo dolor y listo ―le aseguró―; voy a quedarme aquí en casa por unos días, lamiendo mis heridas, viendo televisión y comiendo toneladas de comida chatarra…
»No quiero verlo, si lo veo, no sé de qué sería capaz… ¿Sabes? No soy una persona violenta, de hecho, soy muy sensata, pero no significa que no esté mal en estos momentos, así que solo quiero calmarme… eso es todo, no quiero preguntas de nadie, ni cuestionamientos de nadie, menos los de él… ―sonrió una vez más, no obstante, a los ojos del hijo del conserje, pareció más que ella intentaba sonar fuerte―. Si alguien viene, sea quien sea, y pregunta por mí, puedes decirles que salí de viaje y que estaré de vuelta en una semana… es todo lo que necesito… una semana…
Cuando Estella cerró la puerta, se recostó sobre la misma y lentamente se deslizó hasta quedar sentada en el suelo; recogió las piernas contra su pecho, abrazándolas con firmeza y descansó la cabeza sobre las rodillas.
―Una semana… ―musitó entre dientes―. Solo necesito una semana…
Denzel tamborileó los dedos sobre la taza de café, su mirada perdida en el vapor que ascendía en espirales desde la oscura infusión. El bullicio del café, aún temprano en la mañana, llenó el aire con murmullos y risas acompasadas, pero para él, el mundo se sentía suspendido en un limbo silencioso.—Entonces… ¿qué vas a hacer? —preguntó Thomas, rompiendo el silencio con su tono calmado. Sostuvo su taza con ambas manos, observando a Denzel con una expresión comprensiva.La pregunta se sintió como un puñal directo a su corazón. Habían pasado dos días desde la noche que compartió con Estella, dos días en los que no había podido sacarla de su mente, ni encontrar el valor para buscarla. Denzel dejó escapar un suspiro largo y pesado, bajando la vista hacia la mesa.—No lo sé &mda
El aire en el pequeño espacio del elevador se tornó denso, casi tangible, como si las emociones entre Denzel y Estella lo hubieran llenado por completo. El sonido suave de las puertas deslizándose se perdió en el zumbido en sus oídos. Estella se separó lentamente de Denzel, sus labios aún hormigueando por el contacto, su respiración acelerada. Durante un breve instante, el mundo pareció detenerse.La realidad la golpeó de pronto: estaba en el elevador de su edificio, con Denzel frente a ella, el hombre al que juró no volver a dejar entrar en su vida, y acababa de besarlo. «Oh, no…», musitó en su cabeza, tratando de poner en orden el torbellino de emociones que la estaba asfixiando. Debía parar, eso era lo correcto, terminar esa locura y darse la vuelta; aunque una parte de ella, esa que nunca dejó de amarlo, gritaba lo contrario, deseando quedarse entr
La música animada resonaba por todo el salón, mezclándose con las risas y las conversaciones de los invitados. Estella, con una copa en mano, se mantuvo al margen de la pista de baile observando a los novios moverse con sincronía entre los vítores de los presentes. Había un ambiente casi mágico en la sala, una atmósfera de felicidad compartida que era difícil de ignorar.Sin embargo, Estella no pudo evitar que sus pensamientos volvieran al hombre que había estado evitando mirar directamente toda la noche, Denzel. Incluso después de tanto tiempo, su presencia seguía teniendo el poder de desestabilizarla. Cada vez que lo veía reír, con una de esas sonrisas que parecían iluminar el lugar, sentía un pinchazo en el corazón.Cerró los ojos por un momento, intentando calmar la tormenta que se desataba en su interior. Los recuerdos de sus últimas
Después de enfrentarse a sí mismo y a su arrepentimiento, con un suspiro, Denzel siguió a Alice y las demás hasta el borde de la pista de baile, donde los bailarines se movían con gracia bajo la mirada atenta de todos los presentes. Después de la ronda de rigor, los novios volvieron a bailar juntos. El amor entre Rani y Kiet era tan evidente que casi podía tocarse, y Denzel no pudo evitar sentir una punzada de envidia. No porque deseara estar en su lugar, sino porque recordó un tiempo en el que soñó con algo similar junto a Estella; incluso si solo pensó de manera mecánica, durante los primeros años de su relación, Denzel siempre pensó que Estella era la indicada. Ahora, no obstante, no podía permitirse fantasear. Había perdido esa oportunidad, y lo sabía.De fondo, las risas y murmullos de los invitados se mezclaban con la música, creando una a
El salón de recepción del hotel era un cuadro perfecto de elegancia y alegría. Las luces cálidas iluminaban el espacio con un brillo dorado, reflejándose en las copas de champán que los invitados sostenían mientras conversaban animadamente. El murmullo de risas y música llenaba el aire, creando una atmósfera de celebración que se sentía en cada rincón.Denzel se movía por el lugar con una copa en mano, participando brevemente en conversaciones antes de dejar que su mirada se desviara, casi sin querer, hacia una figura en el otro extremo del salón. Estella estaba de pie junto a Mona y Alice, riendo con naturalidad, su vestido verde esmeralda destacando entre los colores apagados de los demás. La luz suave caía sobre su cabello, y por un momento, Denzel sintió que todo lo demás se desvaneció. Su corazón latió con fuerza, acompasado por la risa ligera de Estella, que llegó a él como un eco lejano pero reconfortante.«Cómo es posible que después de todo este tiempo siga viéndola así», pen
El brillo del sol se reflejaba en las copas de champán que Alice y Denzel sostenían mientras miraban desde el balcón a los invitados que llegaban a la capilla. Había pasado más de dos años desde la noche del accidente de Estella, y la vida había seguido su curso. Aunque las cicatrices emocionales de aquel evento seguían presentes, también habían sanado lo suficiente como para que Denzel y Alice recuperaran su antigua dinámica de hermanos cálidos y sarcásticos.—Mira a Mona —dijo Alice, señalando con un gesto de la cabeza hacia una figura que descendía por las escaleras de la capilla con un vestido largo color esmeralda—. Parece salida de una revista de modas.Denzel sonrió ligeramente, dando un sorbo a su bebida.—Rani tiene buen ojo para las damas de honor. Eso explica por qué somos los padrinos, para equilibrar.
Último capítulo