—¿En serio le dijiste que lo vas a pensar? —inquirió Thomas, tendiéndole un vaso de cartón lleno de soda de naranja.
—Fue el único modo de que me dejara en paz —respondió Estella, caminando en dirección a la sala de cine.
—Entiendo, pero la pregunta es si de verdad lo vas a pensar…
Ella suspiró, bebió un sorbo del refresco y luego se encogió de hombros. Él soltó una risita.
—Sabes, he estado dejando que él me lleve y me traiga durante estos días, en cierto modo para probarme a mí misma qué, sin importar lo que haga, no voy a volver con él —explicó en voz baja, Thomas asintió, le entregó los tickets al chico de la puerta y entraron a la sala en penumbras—. Cuando me acostumbré a su presencia, a que mi corazón dejara de acelerarse cuando lo veía