Rubí guardó silencio, sin saber cómo responder a las revelaciones de Emily. Las palabras de su amiga eran pesadas, difíciles de procesar.
—Emily... no creo que Marcus sea capaz de algo así —dijo finalmente, con voz queda—. La familia Maxwell es demasiado grande y poderosa como para que los hermanos tuvieran que competir a muerte. Con su talento y la cantidad de empresas que controla, no tenía ninguna necesidad de hacerlo. Además, Dylan lo quiere mucho... y los niños tienen un instinto natural para saber quién los ama y quién no.
Su argumento sonó razonable, pero incluso para Rubí, la falta de convicción en su tono era evidente.
—Rubí... estás cegada por el amor —replicó Emily con suavidad, pero sin rodeos—. Es normal: te enamoraste de él, y por eso ahora todo lo que dice te parece cierto. Lo ves con los ojos del corazón, y el amor distorsiona la realidad. Pero ya estás casada, y aunque no debería decírtelo, hay cosas que necesitas saber.
Rubí suspiró con cansancio.
—Dime todo. A estas