Rubí vaciló unos segundos, luchando internamente con la decisión. Finalmente, se enderezó con lentitud, sus ojos clavados en los de su hermana.
—Está bien, Marcia. Te lo prometo —dijo con voz firme—. Si me dices la verdad... olvidaré todo lo que ocurrió anoche.
Por fuera se mostraba serena, pero por dentro sabía que no podía bajar la guardia. Conocía demasiado bien el carácter de Marcia. Incluso si cumplía su palabra ahora, era probable que ella siguiera conspirando en el futuro. Aceptar el trato no significaba rendirse; era una jugada estratégica.
—Te lo diré —respondió Marcia, con una chispa brillante de satisfacción en los ojos. Una sonrisa misteriosa apareció brevemente en su rostro mientras le hacía un gesto a Rubí—. Acércate. Te lo contaré todo... al oído.
Rubí frunció el ceño. El comportamiento de Marcia era sospechoso, pero algo en su expresión indicaba que, esta vez, decía la verdad. Avanzó con cautela, inclinándose ligeramente para escuchar.
—Rubí... el hombre que te tocó aq