“A veces, los buenos antecedentes familiares lo eran todo”, pensó Rubí con melancolía.
El príncipe podía casarse con Cenicienta… solo porque su padre era un duque. Sin un linaje noble, tal cuento de hadas jamás se habría contado.
—Siguen discutiendo; quién sabe cuánto les tomará —dijo Anna con resignación.
—No te preocupes, pronto se resolverá —respondió Rubí con una sonrisa tranquila.
Anna la miró sorprendida.
—Señora, usted…
—No es nada. Ve a tus tareas. Dylan y yo jugaremos un rato en la sala.
Rubí sonrió, conduciendo a Dylan hacia la zona de descanso. Anna asintió, aún intrigada.
—De acuerdo. Traeré algo de beber para usted y el jefe.
Dylan caminaba a su lado, radiante de felicidad. Rubí lo observó, divertida.
—¿Qué pasa? ¿Por qué estás tan contento? ¿Acaso papá te compró nuevos Legos?
El pequeño negó con una sonrisa amplia.
—No —respondió, mirándola con sus ojos brillantes—. El abuelo está apoyando a mamá. Dijo que ya no se opondrá a que papá esté contigo. Por eso estoy feliz.
Ru