Al escuchar esto, Weston frunció el ceño, y en su mirada se reflejó cierta simpatía.
—¿Sabes, Weston? Aprendí a observar a la gente desde que era niña. Sé lo que pasa por la mente de los demás, lo que piensa mi madre, lo que le gusta y lo que no. La expresión de su rostro no parecía fingida; realmente le agrada Rubí —dijo Zoey en voz baja.
—Entonces, ¿qué tal si le damos otra lección a Rubí? —sugirió Weston.
El golpe que Rubí había recibido esta vez había sido devastador, y le sería casi imposible recuperarse.
Sin embargo, Zoey negó levemente con la cabeza y dijo:
—No, las cosas no son tan simples. Déjame pensarlo un poco más, Weston.
Weston guardó silencio y la observó con paciencia.
Después de un largo rato, Zoey pareció recordar algo; sus ojos se iluminaron de repente, aunque en el instante siguiente su expresión volvió a ensombrecerse. Con voz grave, dijo:
—Weston, creo que entiendo lo que está pasando.
—¿De verdad? —Weston la miró con sorpresa.
—Nos olvidamos de algo importante —