Noah comprendió de inmediato que no quería que Emily supiera nada. Aunque las dos eran cercanas, Emily no era precisamente discreta.
A pesar de todo, Noah se sintió complacido: Rubí confiaba en él más que en nadie. Guardó las bolsas transparentes en su bolsillo con naturalidad y, aprovechando que Emily aún no regresaba, preguntó:
—¿De quién es el cabello?
—El que tiene una línea verde es mío. El que tiene la línea roja y verde… probablemente sea de mi madre biológica. Solo quiero confirmar si es ella. En cuanto a quién es… te lo diré después —explicó Rubí con seriedad.
La identidad de Sabrina era demasiado delicada, y el asunto tenía implicaciones enormes. No podía contárselo a nadie, ni siquiera a Marcus, mucho menos a Noah.
Noah asintió con firmeza.
—Está bien, lo entiendo. En tres días tendrás noticias.
Rubí dejó escapar un suspiro de alivio.
—Perfecto. Gracias.
No había riesgo en confiarle esa tarea a Noah; era algo seguro y discreto.
En ese momento, Emily salió del baño secándose