Capítulo 4. ¿Eres mi mamá?

Bianca se marchó cabizbaja, estaba desesperada, su abuela se moriría si tenía que sacarla del hospital privado por no tener conque pagar la cuenta. Si tan solo el hospital público hubiese aceptado operarla cuando le tocó la segunda operación, ella no estaría en esa situación tan desesperada.

Su abuela había sido diagnóstica con muerte cerebral, por eso el hospital público se negó a operarla de nuevo para intentar salvarla, quería desconectarla para que muriera, pero ella se opuso y se la llevó a uno privado. La operación consumió todos los ahorros que tenía y ya no sabía de donde sacar dinero.

Y aún tenía que pagar su estancia en el otro hospital privado para pacientes terminales donde tuvo que llevarla después de la operación, porque si la enviaban de nuevo al público al cabo de un par de meses la desconectarían.

Bianca sentía que se lo debía a su abuela, su Nonna era la única que la había apoyado y consolado después del accidente y de la pérdida de su bebé. Nunca la juzgó, ni le reprochó su error, de ella solo obtuvo amor y comprensión.

Ella amaba mucho a su abuela, era el único familiar con el que podía contar para lo que fuera.

Con la negativa de su padre a ayudarle, necesitaba encontrar un buen empleo, de preferencia con seguro médico. Un cibercafé llamó su atención y entró dispuesta a rentar una computadora para ver las páginas en búsqueda de empleo.

Una vez sentada frente a la máquina, entro a un conocido portal de ofertas de trabajo y creo rápidamente un perfil profesional. Al terminar le dio al botón de buscar empleo y las ofertas fueron apareciendo, vio que la primera era de asistente en Rizzo & Fiori.

Un trabajo demasiado bueno como para dejarlo pasar. La oferta estaba por cerrar, llenó la planilla, la imprimió, pagó el servicio y salió corriendo de allí. Ese mismo día eran las entrevistas y aún estaba a tiempo de llegar.

Tuvo que gastar una gran parte del dinero que llevaba en un taxi para poder presentarse a tiempo en la empresa, si no obtenía el empleo no sabía cómo comería los días siguientes, le había pagado al hospital casi todo el dinero que tenía.

Al entrar al edificio se sorprendió por lo lujoso y bonito que era todo. Antes, cuando era Bianca Romano, la hija consentida de Dante Romano estaba acostumbrada a ese lujo y le parecía normal, pero desde que la echaron de la casa había vivido de forma muy precaria.

La recepcionista la sacó de sus pensamientos al preguntarle lo que deseaba, Bianca presentó su planilla y la hicieron subir al último piso. Al llegar a la oficina donde se estaba llevando a cabo la entrevista se dio cuenta de que el lugar estaba lleno de candidatos.

―El mismo Lorenzo Rizzo está haciendo las entrevistas ―le dijo la chica que estaba sentada a su lado. ―Está buscando una asistente para él, uno de los requisitos es que debe saber de perfumes y lo más importante ―continuó la chica ―debe tener mucha paciencia para soportarlo a él, dicen que es un jefe muy exigente y malhumorado.

Un par de horas después solo quedaba Bianca para hacer la entrevista, a medida que pasaba el tiempo se fue poniendo muy nerviosa.

―Pase, señorita Romano, el señor Rizzo la está esperando.

Bianca entró en la oficina de Lorenzo Rizzo y se encontró con los ojos oscuros de la examinaron antes de pedirle que se sentara. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo ante la mirada penetrante de él.

La chica le entregó su hoja curricular y Lorenzo comenzó a leerla.

A medida que sus ojos se deslizaban por la página su ceño se iba frunciendo. Al terminar la miró a la cara, era una joven pelirroja muy bonita, su ropa se veía de buena calidad, pero era vieja.

Solo había hecho un año de universidad por lo que no era la adecuada para el puesto, además decía que había estudiado con un maestro perfumero reconocido, pero al lado de la información decía “sin certificado” lo que quería decir que no había terminado el curso.

Algo extraño en él, es que se vio especulando sobre la joven, pensó que quizás su familia se había arruinado y por eso se vestía de esa manera y no había podido culminar sus estudios.

―Lo lamento, señorita Romano, por su hoja curricular no está usted calificada para este puesto.

―¿Y no hay nada disponible donde pueda trabajar? No me importaría hacer otra tarea, señor Rizzo, necesito trabajar con urgencia.

En un primer momento la suplica le molestó a Lorenzo, le molestaba la gente pedigüeña, pero algo vino a su mente de repente, pronto necesitaría una niñera para Gianna porque la que tenía en ese momento había renunciado y se marcharía al cabo de un mes. Solo disponía de ese tiempo para encontrarle una sustituta adecuada.

―Sí, hay otro puesto en que podría encajar. Dígame, señorita Romero, ¿le gustan los niños?

Antes de que Bianca pudiera responder la puerta se abrió y la hija de Lorenzo entró corriendo detrás su agotada niñera que entró disculpándose. Lorenzo levantó la mano para callar a la mujer.

―Por favor, espere afuera ―ordenó Lorenzo a la niñera.

Bianca vio como un torbellino pelirrojo se acercó corriendo a Lorenzo para darle un gran abrazo, su corazón se encogió un poco al pensar que su hijo tendría la misma edad de esa niña y quizás el mismo tono de cabello.

―Disculpe, señorita Romano...

En eso la pequeña Gianna se giró para mirar a Bianca, una gran sonrisa se asomó a su rostro, salió de los brazos de su padre y se paró delante de la joven, una pequeña mano tomó un largo mechón de pelo rojo de la sorprendida Bianca y unos ojos verdes como los suyos la miraron con la confusión reflejada en la cara.

―¿Eres mi mamá? ―preguntó con la esperanza brillando en sus ojos.

La cara de Bianca se desfiguró del dolor, pero Lorenzo no se dio cuenta porque miraba sorprendido a su hija.

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