—Oh, qué emocionante, todos preocupados por la pequeña Mía. ¿No es adorable? Pero lamento informarles que están un poco tarde para la fiesta y ni siquiera están bien vestidos.
Damien gruñó con frustración, pero Dereck le hizo un gesto para que se calmara. Pablo se apartó de la pared, caminando hacia ellos con pasos lentos y provocativos.
—¿Qué hicieron con ella? —exigió saber Damien, su mandíbula estaba apretada.
Pablo alzó las cejas en falso asombro y se llevó una mano al pecho.
—¿Qué hice yo? Nada, amigo. Deberías preguntarte qué ha hecho tu padre —chasqueó la lengua con sorna—, pero, descuiden, les voy a dar una oportunidad para salvarla. Deberían agradecerme.
El tono de Pablo estaba cargado de cinismo, y la rabia hervía en los lobos. Damien dio un paso hacia él, pero Ewan lo detuvo nuevamente.
—No caigas en su juego. Necesitamos información para encontrar a Mía —susurró a Damien—¿Dónde está ahora? —insistió, su paciencia estaba siendo puesta a prueba.
Pablo soltó una risa despecti