Mía intentaba ignorar las voces que cuchicheaban a su alrededor sobre lo ocurrido hacía poco en el campus, pero los estudiantes no eran ni un poco disimulados, no les importaba señalarla o incluso mirarla directamente mientras comentaban sobre ella y los otros dos chicos. Incluso una chica que chismoseaba cerca se atrevió a hacer un comentario ofensivo sin importarle que Mía estuviese a dos asientos de distancia.
—¿La viste? No sé por qué la persiguen, debe ser una regalada, a los chicos les gustan las fáciles porque se abren de piernas sin ningún esfuerzo —comentó con sus amigas, quienes soltaron una gran carcajada.
Mía podía ser muy pasiva y callada, pero todo el mundo tiene un límite y ese día estaba a punto de cruzarlo.
—Además es una roba novios, le quitó el novio a Ginger y la pobre todavía está embarazada de Dereck —dijo otra de ellas.
La castaña explotó. Se puso de pie y golpeó con fuerza la libreta contra el mesón, provocando que las miradas disimuladas ahora fuesen completam