CELESTE CÁRDENAS
—Necesito hilo nylon, una jeringa, unas pinzas y algo de yodo —dijo Zarco sentado en una de las sillas del pequeño comedor.—Te desapareces y cuando regresas, tienes una rajada en la panza y las tripas de fuera. —La sangre me ponía de nervios. Rebusqué entre los cajones de mi costura y el botiquín de primeros auxilios, encontrando todo lo que pedía.—¿Siempre eres así de exagerada? —preguntó con una sonrisa cansada y después de una gran pausa, continuó—: No has tomado mucho del dinero que te deposito cada semana.—Solo tomo lo suficiente para poder terminar el mes… —contesté acercándole todo el material, viendo con atención cómo armaba una sutura y la desinfectaba con el yodo—. ¿Por qué no vas al hospital? ¡Claro! ¿Cómo se me ocurre? Un criminal no puede recurrir a esos sitios.—Me encanta como tú sola te has hecho ideas sobre mí —dijo divertido comenzando a suturarse solo.—¿Yo sola? —Me desesperaba la t