CELESTE CÁRDENAS
—Pero… Celeste… ¿Qué harás sola? —preguntó mi madre angustiada mientras cargaba la última caja de mudanza hacia el taxi que esperaba frente a la casa.—Mamá… Ya estoy grande, creo saber lo que haré… —contesté con dificultad, dejando caer la caja en la cajuela del auto.—Celeste, piensa… Tienes una niña a la cual cuidar —agregó ansiosa, viendo a Paula como si fuera una condenada a muerte—. Por favor, quédate… te ayudaré en cualquier emprendimiento que tengas. Solo quiero ofrecerte una seguridad para ti y para Paula.—Y la tendré… —La tomé por los hombros, queriendo consolarla—. Me estoy encargando de hacerle el vestuario a Isabella para sus futuras presentaciones y con el dinero que gané pondré un pequeño taller de costura. Haré vestidos y también composturas. Así empiezo a crecer.—¿Por qué haces esto? ¿Por qué no me quieres permitir que te ayude? —Parecía confundida, como si no recordara nada de lo que había pasado