GABRIEL SILVA
—No eres bienvenido a mi casa… —dijo Romina llegando como un vendaval al recibidor.
—Necesitaba hablar con usted seriamente.
—¿Hablar o amenazar? ¡Porque pareces muy bueno haciendo lo segundo! ¡Tenías que ser un maldito Silva!
No era novedad que mi familia no solía tener buenas relaciones con otras familias poderosas en el país. Era sabido que éramos capaces de pasar por encima de quien fuera para obtener lo que queríamos.
—¿Me dejará aquí o me invitará un café? —pregunté con arrogancia y ofreciéndole una sonrisa.
—Di lo que quieres