ISABELLA RODRÍGUEZ
Me acerqué como un ciego, con las manos estiradas hasta tocar la puerta. Era como si ese incendio nunca hubiera sucedido.
—Busqué los planos y la mandé a reconstruir lo más fiel posible… Solo quería regresarte algo de lo que te quité… —dijo Gabriel en un susurro.
Cuando volteé hacia él, noté de nuevo esa mirada rota y melancólica, vestigio del arrepentimiento. Ambos sabíamos que lo que había ocurrido en el pasado no podía arreglarse y, en silencio, coincidimos en no volver a tocarlo, pero el peso de la culpa a veces era más fuerte y sabía que torturaba a Gabriel.
Regresé a él y lo abracé con todas mis fuerzas, queriendo mantener su corazón unido, queriendo reconfortarlo y demostrarle lo agradecida que estaba.
—C