GABRIEL SILVA
Ya era lunes y no sabía nada de Isabella. Cada día estuve cerca de llamarla, preocupado por su estado de salud, incluso pensé en buscar a Romina y exigirle que la dejara en paz, pero me contuve. Isabella tenía razón, eran sus asuntos personales y yo no era nadie para intervenir.
—¿Amor? —preguntó Patricia asomándose por la puerta del despacho—. Espero no interrumpirte, pero es el cumpleaños de patito y… creí que podríamos festejarlo. Hacerle una fiesta improvisada con sus amigos.
—Aún no tengo noticias de Isabella…
—Eso significa que… ¿no podemos festejar a Javier? —preguntó inconforme.