Alana.
DESPIERTA.
Fue cuando escuché unos murmullos que los sentidos volvieron a mí de golpe, pero al instante en que traté de moverme, el dolor en mi costilla me hizo arrugar la cara.
No pude evitar gemir, y en el siguiente segundo, su olor llegó a mí como una ráfaga.
Allí estaba mi príncipe vestido de traje, con la coleta intacta y una mirada intensa hacia mí.
La locura de todo es que aquí, en esta habitación amplia, también estaba la reina, y parecía estar hablando con… Abigail.
No sé si estaba soñando, o algo parecido, pero cuando sentí esos dedos fríos en mi mano, y una pregunta preocupada, no pude evitar parpadear rápido.
—¿Cómo te sientes? ¿Necesitas alguna cosa? ¿Tienes sed? ¿Llamo a la enfermera? —fueron demasiadas preguntas, y yo solo me centré en su boca.
—¿Dónde? ¿Dónde estoy?
—En la clínica principal de Angkor… estarás bien…
Asentí, y me esforcé por mostrarle una sonrisa.
Había pasado muchas cosas entre nosotros, y la vergüenza, el dolor que nos separó, y los maltratos de