Un viaje sumamente incómodo nos espera de regreso. Nos devolvemos en el auto de Leandro, y el que me llevé es conducido por un empleado que trajo con él. Cuando dejamos a Sara en casa de sus padres, a duras penas se despide de Leandro. Con el sonido de la puerta de ella saliendo, es que puedo reaccionar.
—¿Tenías que gritarme frente a Sara y esa señora? — le reclamo.
—No te grité Lucía. Reaccioné como cualquier hombre preocupado reaccionaría ante la desaparición de su esposa — asegura.
—¿Disculpa Leandro? ¿Te estás escuchando? No me desaparecí. Salí a una diligencia.
—Pudiste escribirme, pudiste esperar que Sergio llegase por ti. Solo tenías que llamarlo.
—¿Llamarlo para esperar que llegase y luego qué? Tenía que ir a un lugar con urgencia.
—¿Cuál lugar? Tu seguridad es mi prioridad.
No podía revelarle a Leandro que estábamos esperando mellizos con esta actitud desagradable que se cargaba hoy. No quería que la revelación se diese en este tipo de ambiente. Sería sumamente doloroso.
—Te