André estaba sentado en una silla frente a la cama donde Samara dormía, mientras soltaba el humo de su boca, y mantenía el puro en sus dedos.
El reloj marcaba las cuatro de la mañana, pero él no había podido dormir debido a sus pensamientos.
Habían pasado tres días desde ese beso que se había quedado marcado en su piel todo este tiempo, y su cabeza jodida, solo repetía la escena una y otra vez, estremeciendo su cuerpo con rudeza.
Se sentía enfermo, tanto que ahora le gustaba ver a Samara dormida mientras sus ojos la detallaban. Esto no era solo por deseo, quería verla para entender qué le atraía de ella, o qué mierd@s era lo que tenía para joderlo de esta forma.
Se levantó de forma silente y apagó el puro, para luego irse a la terraza y pensar qué iba a hacer si no lograba conseguir su cuerpo.
Cerró los ojos.
Por supuesto, ella no aceptaría dinero, y el que no se adecuara a sus métodos, solo lo exasperaba más.
Durante estos tres días no habían hablado ni una vez de aquel beso, p