Yara sentía su mundo nublarse, dejó de forcejear y fue cediendo a ese ardiente beso, que estremecía todo se ser.
Mikayl mordió suavemente sus labios, bajó a su cuello y subió por el hasta llegar al lóbulo de su oreja mordió y succionó suavemente, pasó su lengua sutilmente por su oreja y volvió a su boca. Sus lengua se encontraban y se enredaban.
—¡Oh! Yara, Yara eres hermosa mujer, tu Baca me sabe a dulce. —susurró sobre sus labios, y volvió a devorar su boca.
Bajó por su pecho, abrió su blusa y bajó su brasier dejando sus pechos libres, Mikayl pasó su lengua por uno de sus pequeños y rosados pezones haciendo que Yara se estremeciera toda.
Yara reaccionó y se levantó de un solo salto estuvo de pie, abrochó su blusa y salió de la habitación.
Mikayl comprendió y sonrió haciendo un gesto de negación al momento de verla salir casi corriendo.
—Mi pequeña Leona, eres única. —se dijo así mismo se arregló la camisa y salió tras de Yara.
Yara llegó a la parte del jardín donde no estaban los